Cuán grande el alivio cuando, en
medio de una crisis, alguien pronuncia las palabras, “Tengo un plan”. Un plan
implica un camino a seguir, un destino al cual llegar y una meta a lograr.
Significa que hay orden.
¿Cómo se planea algo? Lleva tiempo,
uno establece objetivos, presta atención a los detalles y ve cómo ponerlo en
práctica. Considerar por un momento que Dios tiene un plan para ti. Tomó el
tiempo necesario para hacerte. Cada detalle Él escogió. Tu cabello, tus ojos,
tu estatura, tu boca, tu forma de sonreír, tus pies, tus manos, cada detalle
físico; tu carácter, tus talentos, tu personalidad, todo fue planeado. Estableció
metas y sabe la mejor forma de alcanzarlas. Desea ayudarte a llegar a ellas.
Él te hizo como eres porque así
eres PRECIOSA. Y así te ama. No te pide que agregues ni que quites nada. Aquello
que Dios escribió para tu vida, antes de tu nacimiento, tiene gran parte que
ver con quién y cómo eres. Él ha puesto en tu ser las herramientas para que
lleves a cabo Su plan para ti. Quizás digas entonces “¿Y qué me dices de todas las cosas feas que
me pasaron? ¿Y qué de las cosas que tengo que no son lindas?”
Primero, no todo lo que nos sucede es parte del plan de Dios. Él tiene el plan perfecto para tu
vida, pero lo debes escoger y buscar. Dios es un caballero. Espera tu permiso
para poner en acción aquello que tiene para ti. Tu decisión pone a Su plan en
acción. Muchas de las cosas desagradables que nos suceden son un resultado de
decisiones erradas: nuestras o de otras personas. Él permite que estas cosas
sucedan; que no implique que sean lo que Él hubiese escogido para nosotros. Aún
así, en Su gran misericordia, si le amamos “todas las cosas nos ayudan a bien”
(Romanos 8:28). Aún nuestros errores Él los convierte en bendición. ¡Dios es
asombroso!
En segundo lugar, tenemos que aprender a vernos como Dios nos ve. Antes de conocer a Cristo, hay un velo espiritual que impide
que entendamos muchas cosas. “Pero cuando se conviertan al
Señor, el velo se
quitará.”(2 Corintios 3:16) Entonces podremos ver como Él ve, y eso incluye a nosotros mismos.
¿Cómo te ve Dios? Ve una vencedora, una guerrera, una doncella pura y bella,
una campeona.
Hace un tiempo, tuve una visión que me impactó y me perturbó un tanto. Me
he visto parada sobre un peñasco. Estaba vestida en ropas viles – sucias y
rotas. Estaba descalza y sucia. Mirando hacia arriba me vi a mí misma sobre un
lugar mucho más alto. Esa yo estaba vestida de ropas blancas e impecables.
Entre los dos lugares había un gran abismo, imposible de pasar. Pregunté a Dios
qué significaba y Él me hizo entender: es así como Él me ve. Perfecta,
preciosa, exitosa. Esa yo había alcanzado la plenitud en Él. La primera yo, la
que estaba sucia y vil es como muchas veces me siento y cómo tiendo a verme:
llena de limitaciones, problemas y luchas. Me estaba animando a levantar la vista;
para ver lo que se viene y como Él me ve. Me estaba instando a tener fe y confianza;
y a seguir adelante hasta alcanzar la plenitud en Cristo. Ese abismo es
imposible de cruzar yo sola. ¿Pero qué es un abismo para Dios? Entendí. “Solo
vas a llegar a las alturas si confías en Mí. Tengo cosas preciosas preparadas
para tu vida; pero si las quieres, vas a tener que confiar. Yo no te voy a
dejar caer. Ahora pues, no temas, hija mía (Rut 3:11)”
Dios te ha hecho para grandes cosas. Él, siendo Creador del
Universo, te creó con un propósito que es mayor de lo que imaginas. Antes de
nacer, Él ya lo escribió para ti. Anímate a soñar. No temas proyectarte hacia aquello que está escrito en
tu corazón, porque fue tallado ahí por las manos del Señor. Por más que
aparenta ser imposible, Él es más que capaz de hacerla realidad en tu vida. No temas; cree solamente (Lucas 8:50).
Señor
Comprendo
que me hiciste como quieres que yo sea. Abrazo Tu plan y decido mirarme como Tú
lo haces. ¡Ayúdame a hacerlo! Voy a caminar cada día contigo, para ir creciendo
como tu hija. Gracias por amarme. ¡Te amo!
Amén
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