¿Puedes imaginar la
escena? Tú con una amiga están tomando un café y conversando. Quizás estén sentadas
a la mesa de la cocina después de un día de quehaceres, o tal vez estén en la
oficina o una cafetería. Una de las dos comienza a comentar la fidelidad de
Dios para con ella y su familia y la
otra asienta con la cabeza. Cuando su amiga termina de contar lo que Dios ha
hecho y cuán asombroso es Él, ella cuenta la manera en la que Él ha extendido
Su mano y hecho maravillas en su vida. Las dos están felices y sus ojos están
llenas de lágrimas. Dios es bueno, y lo saben bien.
Lo que no pueden
ver, es que alguien las está escuchando. No es un maleducado quien se mete en
la conversación ajena. Es la persona de quién está hablando. Es Dios. Inclina
el oído y presta atención a la conversación. Sonríe y gesticula a un ángel, sin hacer ruido. No
quiere perder ni una palabra de la conversación. El ángel se acerca con un
rollo bajo el brazo. Después de unos minutos le dice al ángel, “Registre sus
nombres. Ellas me honran y me temen.”
¿Suena como un
simple cuento? Te invito a que leas Malaquías 3: 16: “Entonces los que temían al Señor hablaron entre sí y el Señor escuchó lo que dijeron. En la
presencia de él, escribieron un rollo de memorias para registrar los nombres de
los que temían al Señor y
que siempre pensaban en el honor de su nombre.” Hay más. El Señor indica qué
sucederá con estas personas: «Ellos serán mi pueblo —dice el Señor de los Ejércitos
Celestiales—. El día en que yo venga para juzgar, serán mi tesoro especial. Les
tendré compasión así como un padre le muestra compasión a un hijo
obediente. Entonces de nuevo podrán ver la diferencia entre los justos y
los perversos, entre los que sirven a Dios y los que no lo hacen».
No creas que al
Señor no le importe cada palabra que sale de tu boca y la actitud de tu corazón
hacia Él. No solo está registrando tu nombre ¡también te llama su tesoro
especial! Nuestro Dios es justo y, aunque hoy no lo estés viendo, Él te toma en
cuenta.
¡Gracias
Padre! Gracias por tener en cuenta mi corazón y mis palabras. Te amo y te
honro. Decido buscarte, temerte y exaltarte todos los días de mi vida.
Amén
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