Me
encanta trabajar de noche. Cuando los demás miembros de mi familia están
durmiendo y hay silencio, me gusta escribir y pintar. Es también la hora
perfecta para orar y escuchar la voz de Dios.
Hace
unas noches estuve escribiendo hasta muy tarde. Cuando decidí ir a la cama
habrá sido la una o las dos de la madrugada. Me levanté de la silla y me dirigí
hacia la escalera. Cuando apagué la luz de la sala me di cuenta cuán oscura era
la noche. Me encontraba frente a una escalera por la cual tenía que subir para
llegar a mi alcoba ¡aunque nada podía discernir a simple vista! Usé lo único
que tenía a mi alcance: mi teléfono celular.
Al
prenderlo, me di cuenta que la luz del aparato tampoco era tan fuerte como
había pensado, pero encontré que al bajarlo hacia mis pies podía discernir el
siguiente escalón. De esa manera subí con seguridad hasta el piso de arriba.
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