viernes, 25 de julio de 2014

MUJER Y LIDER


            Acepté a Cristo como mi Salvador cuando criatura, en Sudáfrica. Entendí la Verdad, y lo abracé. Testifiqué de Él a varios compañeros y fui muy feliz cuando también le entregaron sus vidas. Sin embargo, pasaron los años. Me convertí en adolescente, con todo lo que conlleva esa época turbulenta. Me alejé de Él y del “mundo cristiano”, pero confieso que no fue solo por la rebeldía adolescente, sino también porque en mi corazón luchaba con preguntas que nadie respondía: ¿Dónde es mi lugar? ¿Cómo puedo ser mi misma en la iglesia sin romper todas las “normas” y quedarme como la oveja negra? Honestamente hablando, miraba alrededor y no veía a siquiera una mujer a quien yo quería emular. No eran malos ejemplos. Eran cuadradas, apagadas. Y me preguntaba: ¿Así es como yo quiero ser? Adivina cuál fue la respuesta.

            Todos los desafíos que sentía en mi corazón – el de ser todo lo que podía alcanzar ser, de trabajar por mis sueños hasta lograrlos, de ser una mujer fuerte, realizada y aventurera  - parecían ir en contra de lo que en la iglesia vivían las mujeres. Quizás han cambiado las cosas hoy, pero en aquel entonces, esa fue la realidad que veía.

            Mis dudas surgieron, ahora entiendo, por varias razones. Una de ellas fue que no encontraba apertura hacia el liderazgo femenino en mi iglesia. Desde chica sentí el deseo de servir, de ir la milla extra. Que quede claro: no todas las iglesias son iguales; y no estoy buscando criticar a ningún grupo. Hoy, muchos años después, puedo entender mejor. Sé que en aquella época tantas cosas no comprendía, y  además, Satanás aprovechó para armar todo un lio en mi alma que incluía una lista de excusas para alejarme del cuerpo de Cristo.

Decía Nelson Mandela:No hay nada como volver a un lugar que parece no haber cambiado, para descubrir en qué cosas has cambiado tú mismo.” Así fue cuando por fin volví a mi Dios. Era un caso de redescubrir quién era yo, y de nuevo las mismas preguntas, solo que ahora con otro espíritu. Así que decidí: “Señor, yo te voy a servir, no importa cómo, no importa dónde.” Entendí y reconocí me Él me había creado con un propósito y que si no hacía Su voluntad, nada de lo que hiciera tendría sentido. Mi servicio se convirtió en mi adoración.

A través de los años, me ha enseñado acerca del liderazgo. Me ha demostrado que tanto para la mujer como el hombre Él tiene un plan perfecto. A cada uno le corresponde buscar primero a Él y luego descubrir en Él, la plenitud del llamado. Mujer, te aliento a ponerle a Dios en el primer lugar en tu vida. Búscale a Él y en Él descubrirás a ti misma y todo lo que tu Padre ha preparado para ti.


“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.” Salmo 27:4

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