En
Juan 17: 18 Jesús dice: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes
del mal. Está hablando a Su Padre de Sus hijos e hijas. ¡Y qué cosa dice! Sus palabras
son la base, o lo deben ser, de lo que es la iglesia cristiana desde Su
ascensión hasta el día de hoy.
No somos del mundo, pero estamos en él. Somos
hijos del Único Dios Viviente, pero habitantes de un mundo caído. Jesús aclara
al Señor que no nos quite de este contexto turbulento y le pide que nos guarde.
¿Por qué?
Imaginen nada más si el plan de Dios era que, al aceptar a Cristo
como su único y suficiente Salvador, fuera arrebatado y llevado directo al
cielo, a gozar de la vida eterna en la presencia de Dios. Sería maravilloso
¿no?
Obviamente Él podría haberlo hecho así, o de cualquier otra manera, porque
Él es Dios. Escogió, conforme a las palabras de Jesús, no quitarnos del mundo.
Siendo así, tenemos que entender que hay razones muy buenas por qué nos
quedamos aquí. Jesús le pide a Su Padre que nos guarde del mal porque sabe que
es una realidad con la cual tendremos que vivir. Sabe que enfrentaremos batallas en este mundo, y que tendríamos luchas antes de vencer.
En
Juan 17:18 Jesús dice “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo”. No es la voluntad de nuestro Dios que seamos quitados de este mundo,
sino que seamos enviados directamente hacia él, a luchar y, en medio de
dificultades, a vencer.
Al escudriñar este versículo vemos que Jesús nos manda
al mundo de la misma manera en que Su padre le envió aquí. Entonces, para saber
cómo Él nos envía, debemos comprender Su propósito en la tierra. ¿Qué hizo
Jesús aquí? Sanó, restauró, liberó, enseñó, discípuló, murió y venció. ¡Qué
gran ejemplo nos da nuestro Maestro!
Necesitamos entender que existen motivos por los cuales estamos en esta tierra. ¡Si estas viva, aun tienes cosas que hacer! Allí afuera hay un mundo al cual Dios tanto amó que mandó a Su Hijo unigénto por él (Juan 3:16) y nuestra tarea es ir a hacer discípulos en él (Mateo 28:19) usando todos los recursos que Él pone a nuestra disposición. A la luz de esta verdad, la vida y el mundo cobran sentido.
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