Samuel
estaba triste. Él había sido testigo de un proceso que no terminó
como hubiese querido. Había ungido al joven Saúl; había visto como Dios había
estado con él; y cómo Saúl se había alejado de Dios. Las palabras del profeta a
Saúl, “Locamente has obrado” demuestran que Samuel había sido testigo de su
rebeldía y separación de Dios. ¿Entonces por qué llora Samuel?
En
el corazón de este gran hombre de Dios, había una tristeza profunda. Podemos
entender que él conoció la amargura de la esperanza fallida. Conoció la
frustración de ser mentor de un hombre que no escucha. Y creo que su
sufrimiento fue aún mayor porque, siendo un hombre quien amaba profundamente al
Señor, sintió dolor al ver a otro herir a su Amado. Supo que a Saúl Dios le había
abierto las puertas del cielo, y que este, por su propio mérito, las había
cerrado. Y, por qué no, probablemente también se preguntaba cuánto de todo esto
era por su culpa. La redundada incógnita:
“¿Qué hice o no hice para que esto sucediera?” Lloraba por lo que había pasado,
por aquello que realmente era irremediable. ¿Acaso podía Samuel cambiar el
corazón de Saúl? ¿Podía él revertir todas las decisiones tontas tomadas por
este? Obviamente que no. Sin embargo, lloraba.
En
la vida nos puede tocar estar en semejante situación. Pasan cosas que nos
hieren, otros toman decisiones que nos destrozan el corazón y nos preguntamos
“¿Cuánto de esto es por mi culpa?”. Y lloramos. Nos hundimos en la depresión, a
causa de algo que probablemente no está a nuestro alcance cambiar.
Dios
tiene una respuesta que, como tantas veces, se halla en una pregunta: “¿Hasta
cuándo, Samuel?” Él no regaña, no apunta el dedo. Hace ver la realidad. “Estas
llorando, vos decidís hasta cuándo. Yo ya tomé mi decisión y es para bien.” En
el momento en que Dios le dice esto a Samuel, ya había escogido a David. Saúl
era pasado, David era el futuro; y era mucho mejor lo que se venía, lo que Él
tenía preparado. Samuel no veía el porvenir, porque él se lamentaba por el
pasado. Mientras tus ojos estén fijos en el pasado, no podrás ser lleno de gozo
y esperanza por lo que Dios tiene preparado para tu vida.
Dios
quiere que sigas adelante. Lo que pasó, fue para tu bendición. Romanos 8:28
afirma: Y sabemos que a
los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien
(énfasis agregado). Él hará que aún lo más difícil que hayas vivido, sea motivo
de celebración, porque Él te dará la victoria. Ahora, deja de llorar y prosiga
a la meta, extiéndete hacia delante, porque ahí te espera tu David – aquello
que es “conforme al corazón de Dios” y es mucho mejor de lo que te imaginas.
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