El rey Ezequías heredó el trono de un reino sumamente corrompido por su
propio padre; pero decidió marcar la diferencia. Destruyó los altares, enseñó
acerca de Jehová y honró a Dios en todas las áreas de su vida. Se opuso a la
opresión del rey de Asiria, quien había tenido al pueblo bajo su opresión desde
hacía muchos años. Así fue que Ezequías recibió amenazas de Asiria. El rey
enemigo envió mensajeros, vez tras vez, con recados dañinos. No solo amenazaba
al pueblo y al rey Ezequías, sino también se burlaba de Dios. Uno pensaría que,
siendo alguien quien honraba a Dios, uno estaría libre de toda agresión. Sin
embargo, ser fiel a Dios no nos hace inmunes a los ataques del enemigo. Nos
hace blancos de él, ¡y victoriosos en Jesús!
No
podrá haber sido fácil para Ezequías. La amenaza era muy real. Al final, el rey
Senaquerib mandó un
heraldo con este mensaje: “No creas cuando tu Dios te dice que no perderás ante
mí. Ya sabes lo que yo hago a todos los pueblos que venzo - y vencí a cada
pueblo que ataqué. ¿Por qué has de ser diferente tú?” (Isaías 37: 10 - 13).
Buena pregunta ¿no? ¡Lo que el rey Senaquerib no entendía es que ninguno de los
pueblos a los que había vencido tenían al Único Dios Todopoderoso de su lado!
Las
palabras que oyó Ezequías le quebrantaron en gran manera. Muchos piensan que
una persona quien vence es aquel quien siempre es fuerte, quien se ve
invencible; pero no es así. Ante las pruebas de la vida, nos angustiamos. Las
situaciones que nos tocan vivir nos angustian. ESTO NO NOS HACE MENOS
VICTORIOSOS. Lo que define la victoria es qué haces ante tal situación. Veamos
juntos qué hizo Ezequías ante esta tremenda prueba:
Y tomó Ezequías
las cartas de mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová,
y las extendió delante de Jehová. Entonces
Ezequías oró a Jehová, diciendo: Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que
moras entre los querubines, sólo
tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la
tierra. Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira;
y oye todas las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios
viviente. Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las
tierras y sus comarcas, y entregaron los dioses de ellos al fuego; porque no
eran dioses, sino obra de manos de hombre, madera y piedra; por eso los
destruyeron. Ahora
pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la
tierra conozcan que sólo tú eres Jehová. (Isaías 37: 14 - 20)
·
Él busca a
Dios y literalmente pone las cartas en la mesa. A menudo corremos de Dios a
consecuencia de nuestros problemas, en vez de correr hacia Él. Ezequías fue a
la casa de Jehová – buscó intimidad con el Señor en su tiempo de angustia. ¡Qué
tremenda enseñanza! Cuando las circunstancias
son adversas, búscale a Dios con aún más persistencia.
·
Este joven
rey le cuenta todo al Señor. Entra a Su presencia y cual hijo y amigo, derrama
su corazón confiadamente. Dios sabe lo
que nos sucede pero quiere oírlo de nosotros, porque de esto trata una relación
íntima. Cuando le cuentas a Dios todas tus cosas, hasta tus temores, tus
angustias y tus sentimientos más profundos Él se inclina y oye. (Salmos 40:1)
·
Al hablar con Dios, reconoce quien es Él. Admite el poder de su enemigo, pero reconoce y
declara que el poder del Señor es mucho mayor. Le da la razón al enemigo en
cuanto a los pueblos que este ya venció; pero aclara: los dioses de ellos eran
de madera y piedra; pero nuestro Dios eres Tú: Jehová, el Invencible.
·
¡Le dice que
el rey de Asiria ataca no a Israel sino a Dios! Con esto, Ezequías demuestra
discernimiento. Nuestras luchas no son
nuestras cuando estamos bajo las alas del Omnipotente. El enemigo nos ataca
para así atacarlo a Él. Vea de nuevo las palabras de Senaquerib. ¡Pregunta
quién es Jehová, en un intento de menospreciar al Señor! Esto le ofende
profundamente a Ezequías y él se presenta ante Dios para decirle “Este hombre
te ataca a Ti antes que a mí! ¿Quién se cree?”
·
Comprende el
valor de la prueba. No ve su tribulación con ojos egoístas. En otras palabras,
no toma la actitud de “Pobrecito yo”. Con confianza le dice a su Padre que los
libre del enemigo para que todos vean quién es Él. Tus dificultades son oportunidades. En ellas podrás crecer,
madurar, aprender. Y aún más, a través de ellas, todos verán el poder y la
gloria de Dios.
·
No se
deprimió. No dijo que todo estaba perdido. Fue a buscar a Dios en privado,
derramó todo su corazón ante su Padre y declaró victoria. Las
palabras de Ezequías dieron la vuelta a esta situación. Lo que parecía a
los ojos humanos ser una situación imposible, se convirtió en el escenario en
el cual Dios iba a actuar de manera gloriosa. Tus palabras revelan qué hay en
tu corazón (Lucas 6:45) ¿Qué dicen tus palabras cuando estás en aprietos?
La voz del
enemigo o nos paralizará o nos obligará a pasar de la palabra a la acción. Sin
embargo, Dios nos ha dado también una voz. Nuestras palabras tienen poder. En medio de la circunstancia que atraviesas
por más imposible que parezca, Dios es Soberano y Él pelea por ti. No dejes
que las adversidades venzan a tu fe. Vencerlas tú en el nombre Todopoderoso de
Jesús.
Señor
Mi situación es difícil. La prueba
es dura. Pero sé que no estoy sola. Te doy gracias porque estas a mi lado,
enseñando y guiándome. Te doy la gloria y la honra. Toma el control de mi vida.
Enséñame cómo pensar y hablar. Quiero vivir de manera victoriosa y reconozco
hoy que solo puedo hacerlo en Ti. Pelea por mí. Yo descanso en Ti, sabiendo que
tus planes siempre son para bien y que la victoria es Tuya. Todos verán tu
gloria y poder a través de lo que estás haciendo en mí y a través de mi. Te
amo, mi Señor.
Amén
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