sábado, 19 de julio de 2014

CONFIADAMENTE


La instrucción de Dios para Josué y para todos nosotros es ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE. Esforzarnos implica acción; y valentía implica actitud. Estas dos cosas, junto a la fe, son la base del éxito en esta vida. Cuán importante es recordar esto en medio de la prueba, pero ¿es fácil ponerlo en práctica?

Dios nunca nos deja solos. La promesa de Dios de estar con nosotros aparece 365 veces en la Biblia –  ¡una vez por cada día! Él es fiel en cumplir Sus promesas. Una de las promesas de Dios es que no permitirá que pasemos por una prueba mayor de lo que podemos soportar (1 Corintios 10:13). Esto, en términos sencillos, significa que la prueba por la que estás pasando ahora, no supera tu capacidad. ¡Él te ha medido y sabe que puedes! Si estas en medio de algo bien difícil, de gracias a Dios, porque Él te está diciendo que te puede confiar cosas grandes.

¿Es posible ser feliz en medio de las tormentas de la vida?  ¡Sí! Podemos hallar gozo en medio de las pruebas porque producen paciencia (Santiago 1: 2 – 4). Debemos soportar hasta el final porque así se verá completa la obra que Dios está haciendo (Filipenses 1:6). ¡Si saltas del barco en medio de la tempestad, no llegarás al destino! Si te quedas, aguantando los vientos y las olas, sabiendo que el Capitán tiene el timón de tu barco firmemente en Sus manos, te harás más fuerte, más paciente, más sabio. Lastimosamente, muchas personas, al enfrentar las luchas de la vida corren de Él, en vez de correr hacia Él. Podemos acercarnos a Él con confianza, para hallar misericordia y gracia. (Hebreos 4:16) Nuestros ojos, cual fuese la situación, deben estar siempre fijos en Cristo Jesús. (Hebreos 12: 2 - 4) ¡Él es quien calma la tormenta!

A veces nos quejamos de las pruebas e intentamos evadirlas. Sin embargo, son muy importantes en nuestras vidas. Nos ayudan a crecer y hacernos más fuertes. La única manera de adquirir un carácter maduro es a través de las tempestades de la vida. Nos permiten alcanzar niveles más altos de influencia y liderazgo. Al comprender esto, nuestra perspectiva tiene que cambiar. Las tormentas se convierten en desafíos. Vamos con firmeza hacia delante, con la guía y protección del Rey quien es soberano sobre cualquier tempestad.

Tenemos la libertad de escoger cómo reaccionaremos ante las pruebas. Tantas cosas en la vida dependen de nuestras decisiones. Cada día escogemos, desde las cosas pequeñas hasta las más grandes, que afectan nuestra vida y la de nuestra familia.  No es fácil, y mientras más “grande” la decisión, más difícil parece ser tomarla. Nos preguntamos “¿Lo hago o no lo hago?”, “¿Voy o no voy?”, “¿Es para mí?” y, la más importante: “¿Es o no es la voluntad de Dios?”

David ya había pasado tiempo en el desierto, corriendo de Saúl, quien lo quería matar. Él y sus hombres hallaron un lugar oscuro, fresco, un refugio del terrible calor. De repente, se encuentra en una situación inesperada. Saúl entra a la cueva. La razón por qué está allí no es exactamente refinada. Por algo tan normal como ir al baño, el perseguido y el cazador están cercas el uno del otro, y el victima tiene la ventaja. Es una situación que tiene aspecto de victoria. Los hombres de David le señalan lo obvio: “Esta es tu oportunidad… ¿Te recuerdas de la promesa que Dios te dio – que te iba a entregar a Saúl en tu poder? Bueno, jefe, aquí está. Danos la orden y le matamos sin problema.” Parecía obvio que Dios estaba dando a David la ocasión para ser libre de Su enemigo y cumplir con Su propósito para su vida. Al final, hacía años había sido ungido como rey de Israel por el profeta Samuel. Una señal de su mano, y la sangre de Saúl pintaría de rojo la arena.

Miremos la situación en la que se encuentra David. Su vida había sido afectada por Saúl. Desde los campos de su padre, al palacio del rey, y de allí al desierto. Todo porque el espíritu de Saúl había sido dominado por celos y temor. A consecuencia de Saúl, la vida de David había sido cambiada radicalmente y se encontraba en un lugar árido y sufrido.   Hacía tiempo que estaba viviendo en cuevas, sin la más mínima comodidad, sin su familia, y temiendo por su vida. Nunca podía quedarse mucho tiempo en un lugar, sino que se pasaba corriendo, mirando sobre el hombro a ver si Saúl y sus hombres estaban cerca. Y ahora Saúl está agachado en frente: indefenso, inesperado. David está en el valle de la decisión. Por un lado está lo obvio y por el otro está lo que su corazón sabe.

¿Cuántas veces has estado en una situación similar? Las cosas parecen ser incuestionables. La sentencia por poco está dictada. Entonces tu conciencia comienza a molestarte. Cuando esa voz te sopla al oído, tu corazón debe sincronizarse con Dios, porque es el Espíritu Santo quien te habla. DIOS NO OBRA EN LO OBVIO. Si fuera así, Saúl habría muerto en esa cueva. David demostró con sensatez que era un hombre conforme al corazón de Dios, quien confiaba plenamente en que Dios tenía el control, aún en medio del desierto. Quizás no tienes la culpa por la circunstancia adversa en la que te encuentras. Aunque no buscamos el desierto, igual llega. Escucha la voz de Dios antes de decidir qué hacer, y dejar que Él tome el control absoluto. Su poder convertirá lo impensado en victoria.

No estamos solos en medio de la tempestad y las decisiones. Dios está con nosotras. Él nos guía hacía lo que es mejor, no lo que solo parece serlo. Cuando esto comprendemos y vivimos ¡el resultado es la VICTORIA! Él sabe de TORMENTAS Y SUFRIMIENTO. Él sabe de TOMAR DECISIONES. Fue crucificado (estoy segura que eso es mayor que cualquier prueba nuestra) y resucitó. ¡Ese poder te acompaña hoy! Puedes acercarte a Dios con CONFIANZA.


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