La
instrucción de Dios para Josué y para todos nosotros es ESFUÉRZATE Y SÉ
VALIENTE. Esforzarnos implica acción; y valentía implica actitud. Estas dos
cosas, junto a la fe, son la base del éxito en esta vida. Cuán importante es
recordar esto en medio de la prueba, pero ¿es fácil ponerlo en práctica?
Dios
nunca nos deja solos. La promesa de Dios de estar con nosotros aparece 365
veces en la Biblia – ¡una vez por cada
día! Él es fiel en cumplir Sus promesas. Una de las promesas de Dios es que no
permitirá que pasemos por una prueba mayor de lo que podemos soportar (1
Corintios 10:13). Esto, en términos sencillos, significa que la prueba por la
que estás pasando ahora, no supera tu capacidad. ¡Él te ha medido y sabe que
puedes! Si estas en medio de algo bien difícil, de gracias a Dios, porque Él te
está diciendo que te puede confiar cosas grandes.
¿Es
posible ser feliz en medio de las tormentas de la vida? ¡Sí! Podemos hallar gozo en medio de las
pruebas porque producen paciencia (Santiago 1: 2 – 4). Debemos soportar hasta
el final porque así se verá completa la obra que Dios está haciendo (Filipenses
1:6). ¡Si saltas del barco en medio de la tempestad, no llegarás al destino! Si
te quedas, aguantando los vientos y las olas, sabiendo que el Capitán tiene el
timón de tu barco firmemente en Sus manos, te harás más fuerte, más paciente,
más sabio. Lastimosamente, muchas personas, al enfrentar las luchas de la vida
corren de Él, en vez de correr hacia Él. Podemos acercarnos a Él con confianza,
para hallar misericordia y gracia. (Hebreos 4:16) Nuestros ojos, cual fuese la
situación, deben estar siempre fijos en Cristo Jesús. (Hebreos 12: 2 - 4) ¡Él
es quien calma la tormenta!
A
veces nos quejamos de las pruebas e intentamos evadirlas. Sin embargo, son muy
importantes en nuestras vidas. Nos ayudan a crecer y hacernos más fuertes. La
única manera de adquirir un carácter maduro es a través de las tempestades de
la vida. Nos permiten alcanzar niveles más altos de influencia y liderazgo. Al
comprender esto, nuestra perspectiva tiene que cambiar. Las tormentas se
convierten en desafíos. Vamos con firmeza hacia delante, con la guía y
protección del Rey quien es soberano sobre cualquier tempestad.
Tenemos
la libertad de escoger cómo reaccionaremos ante las pruebas. Tantas cosas en la
vida dependen de nuestras decisiones. Cada día escogemos, desde las cosas
pequeñas hasta las más grandes, que afectan nuestra vida y la de nuestra
familia. No es fácil, y mientras más
“grande” la decisión, más difícil parece ser tomarla. Nos preguntamos “¿Lo hago
o no lo hago?”, “¿Voy o no voy?”, “¿Es para mí?” y, la más importante: “¿Es o
no es la voluntad de Dios?”
David
ya había pasado tiempo en el desierto, corriendo de Saúl, quien lo quería
matar. Él y sus hombres hallaron un lugar oscuro, fresco, un refugio del
terrible calor. De repente, se encuentra en una situación inesperada. Saúl
entra a la cueva. La razón por qué está allí no es exactamente refinada. Por
algo tan normal como ir al baño, el perseguido y el cazador están cercas el uno
del otro, y el victima tiene la ventaja. Es una situación que tiene aspecto de
victoria. Los hombres de David le señalan lo obvio: “Esta es tu oportunidad…
¿Te recuerdas de la promesa que Dios te dio – que te iba a entregar a Saúl en
tu poder? Bueno, jefe, aquí está. Danos la orden y le matamos sin problema.”
Parecía obvio que Dios estaba dando a David la ocasión para ser libre de Su
enemigo y cumplir con Su propósito para su vida. Al final, hacía años había
sido ungido como rey de Israel por el profeta Samuel. Una señal de su mano, y
la sangre de Saúl pintaría de rojo la arena.
Miremos
la situación en la que se encuentra David. Su vida había sido afectada por
Saúl. Desde los campos de su padre, al palacio del rey, y de allí al desierto.
Todo porque el espíritu de Saúl había sido dominado por celos y temor. A
consecuencia de Saúl, la vida de David había sido cambiada radicalmente y se
encontraba en un lugar árido y sufrido.
Hacía tiempo que estaba viviendo en cuevas, sin la más mínima comodidad,
sin su familia, y temiendo por su vida. Nunca podía quedarse mucho tiempo en un
lugar, sino que se pasaba corriendo, mirando sobre el hombro a ver si Saúl y
sus hombres estaban cerca. Y ahora Saúl está agachado en frente: indefenso,
inesperado. David está en el valle de la decisión. Por un lado está lo obvio y
por el otro está lo que su corazón sabe.
¿Cuántas
veces has estado en una situación similar? Las cosas parecen ser
incuestionables. La sentencia por poco está dictada. Entonces tu conciencia
comienza a molestarte. Cuando esa voz te sopla al oído, tu corazón debe
sincronizarse con Dios, porque es el Espíritu Santo quien te habla. DIOS NO
OBRA EN LO OBVIO. Si fuera así, Saúl habría muerto en esa cueva. David demostró
con sensatez que era un hombre conforme al corazón de Dios, quien confiaba
plenamente en que Dios tenía el control, aún en medio del desierto. Quizás no
tienes la culpa por la circunstancia adversa en la que te encuentras. Aunque no
buscamos el desierto, igual llega. Escucha la voz de Dios antes de decidir qué
hacer, y dejar que Él tome el control absoluto. Su poder convertirá lo
impensado en victoria.
No
estamos solos en medio de la tempestad y las decisiones. Dios está con
nosotras. Él nos guía hacía lo que es mejor, no lo que solo parece serlo. Cuando
esto comprendemos y vivimos ¡el resultado es la VICTORIA! Él sabe de TORMENTAS
Y SUFRIMIENTO. Él sabe de TOMAR DECISIONES. Fue crucificado (estoy segura que
eso es mayor que cualquier prueba nuestra) y resucitó. ¡Ese poder te acompaña
hoy! Puedes acercarte a Dios con CONFIANZA.