miércoles, 11 de noviembre de 2015

VALOR PROPIO

Mientras Jesús decía esto, una mujer de entre la multitud levantó la voz y dijo: “¡Dichoso el vientre que te dio a luz, y los senos que te amamantaron!” Jesús respondió: “Más bien, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios, y la obedecen.”
Lucas 11:27 y 28

Jesús estaba enseñando por todas partes. Ya era renombrado entre la gente por Sus enseñanzas y por los milagros que hacía. Un día, en medio de la multitud, una mujer levanta la voz y dice “¡Dichoso el vientre que te dio a luz, y los senos que te amamantaron!” Estas palabras, pronunciadas ante mucha gente, pueden parecer hasta groseras. ¿Cómo habrá reaccionado la gente cuando oyeron lo que dijo? ¿Será que sus palabras causaron timidez en alguno?

En el contexto cultural de la época, dicha mujer estaba expresando mucho más que un simple pensamiento. En ese tiempo, el valor de una mujer yacía en los hijos que tuviera. Si una mujer no tenía hijos, era considerada sin valor. Si tenía hijos, si estos eran ejemplares, ella era enaltecida. Lo que esta mujer decía con sus palabras era “¡Eres admirable! Tu mamá es honrada por quien eres Tú. Quisiera lo mismo.”

No sé cuál podrá haber sido la situación de ella ni de su familia. Quizás había sufrido a causa de sus hijos; tal vez simplemente admiraba mucho a Jesús y reconocía Su señorío; o podría ser que no tenía hijos. No tenemos forma de saberlo. Esto sí: ella medía su valor según las normas de la época. Para ella, su valor era fijado por cosas externas. No entendía que su valor no era establecido por lo que ella hacía o no, sino por lo que haría Quien estaba parado frente a ella.

Muchas mujeres creen que un hombre las hará completas. Otras buscan la realización personal que anhelan en cosas materiales y logros personales. Es lo mismo que esa mujer le expresaba a Jesús. Cambia las letras nada más:
“¡Dichosa la mujer que tenga un esposo como aquel!”
“¡Dichosa la que tenga un cuerpo con esas medidas!”
“¡Dichosa la que tenga ese auto/esa casa/esa familia/un novio!” (Puedes agregar cuantas cosas quieras ahí).

Hoy muchas mujeres siguen buscando su valor en lo que hacen: el trabajo, el sueldo, los hijos, la familia perfecta, la casa, la carrera profesional, el autoimagen y muchas cosas más. Aunque todo esto puede ser importante, no nos otorga ni nos resta valor como persona. ¿Qué es importante según nuestra cultura? Mirando los medios, pareciera que una mujer debe tener cierta figura, vestirse de cierta manera, poseer ciertos bienes y alcanzar ciertas cosas. ¡Nada de esto es acertado! Nos quieren hacer creer que para ser alguien debemos seguir modelos que nos imponen. Esto es mentira. Solo debes ser tú. Y solo necesitas a Cristo. 

Siempre queremos más. Pensamos que si tan solo podamos tener ese algo entonces todo estará bien. No es así. Mientras busquemos nuestro valor en cosas externas u otras personas, seguiremos sintiéndonos sin valor. Si nuestro valor dependiera de lo que hacemos o tenemos, ¡algunas estaríamos muy mal! ¡Qué bueno que Dios no nos mide como el mundo lo hace! A Él no le impresiona cosas superfluas. Al Señor le impacta tu corazón. Nuestro valor está en Cristo. Antes de tener un trabajo, aún sin familia y aunque no tengamos un ministerio u dinero abundante tenemos valor – no por lo que hacemos, y mucho menos por lo que tenemos. Es por quien es Él y por lo que Él ha hecho.

Jesús le aclaró a esa mujer que los que obedecen Su Palabra son verdaderamente dichosos. La Palabra nos llama a entregarnos a Él, a vivir por Él y a descansar en Él. No nos empuja a tener más ni a ser “alguien”, sino a estar cada día más cerca de Él. La Biblia nos enseña que todos los que están cerca de Él son exitosos.


Si tu valor dependiera de lo que haces, sería muy inestable. Es porque se encuentra en Cristo que es inquebrantable. Todo puede fallar. Lo pasajero desaparecerá. Cristo permanece por siempre.

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