martes, 3 de noviembre de 2015

TRANSFORMADOS


Una de las cosas que más daño hace a la iglesia es la religiosidad. Cuando nos encontramos separando a la gente en categorías, estamos cumpliendo un papel que nadie nos dio. Dios no nos llama a ser jueces, sino a amar. Sin límites, si condiciones, aunque cueste. Nuestro Padre usa a quien le plazca usar. Esto significa que Él puede usar gente de tu entorno para bendecirte, o quizás use personas que están en completamente otro sentir. Puede usar hasta al vagabundo del barrio para hablarte  - ¡si hasta a un burro lo hizo hablar, que nada te sorprenda! No caigamos en el error de creer que Dios necesita de gente santa para hacer Su Obra. Somos hechos santos por Él y en Su misericordia nos usa. Miremos una relación entre dos personas muy diferentes: Moisés y Jetro.

A Jetro lo vemos por primera vez en Madian, cuando urge a sus hijas traer a la casa al extranjero quien las había defendido. Ni idea tenía quién era que llegaba a su casa a cenar. Dios tenía un plan para ambos. Usó a Moisés para bendecir a Jetro, y a Jetro para bendecir a Moisés. Construyeron una relación. ¿Será que Moisés, quien había conocido la figura paterno pero no había crecido con su padre, encontró en Jetro lo que más necesitaba durante el proceso de preparación? Moisés quedó con ellos, se casó con la hija de Jetro y trabajó para él. Se ubicó debajo de la autoridad de Jetro. Ambos encontraron algo nuevo y necesitado en el otro, aunque eran completamente diferentes:
MOISÉS
JETRO
Más joven
Mayor
Hebreo
Madianita
Creció en un palacio
Creció como pastor
Volátil
Estable
Bien intencionado
Organizado
Inseguro
Confiado
Llamado a liderar
Llamado a preparer al líder

Después de que Dios le llamó a Moisés a través de la zarza, lo primero que hizo Moisés fue volver a casa y hablar con Jetro, su suegro. Le dijo que con su permiso, iría. Él valoraba a su suegro y recibía consejo de él. De esta manera reconocía su autoridad y su sabiduría. Esta actitud fue lo que preparó el corazón de Jetro para lo que después vendría. Moisés, el hebreo criado en el palacio del faraón quien había matado y corrido llamado a ser el libertador de su pueblo, precisaba de los consejos del mayor y más sabio sacerdote madianita. El sacerdote madianita necesitaba al Dios a quien el libertador más joven e inexperimentado le podía enseñar. El mejor regalo que una persona puede dar a otra es la fe en Dios. Los verdaderos amigos dan y reciben.

El trasfondo religioso de Jetro (los madianitas no adoraban a Jehová) no impidió sino que preparó su corazón para recibir la Verdad. Cuando vio lo que Dios había hecho por Israel, su respuesta fue alabanza sincera. Ser el suegro de Moisés durante cuarenta años le había dado la oportunidad de ver como Dios formaba a quien llamó.

Las palabras de Jetro EN Éxodo 18: 11 revelan que encontró a Dios en el testimonio de vida de Moisés: “Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses, porque en este caso él los venció.” Tu vida y la mía es lo que grita al mundo del poder de Dios.


En Jetro encontramos un hombre quien, aunque al principio no conocía a Dios, fue usado por Él hasta reconocer Su grandeza. Él tenía mucho que ofrecer. Vemos desde el primer momento que es una persona capaz, noble y de carácter. Él ayuda a Moisés a organizarse para lograr mejores resultados. Le enseña al libertador a valorar a su equipo y a levantar a otros, en vez de hacerlo todo solo. ¿Quiénes en nuestras vidas, aunque no conozcan aún a Dios, son usados por Él? ¿Somos conscientes de su valor? Un error sería creer que el Señor solamente usa a Sus hijos. Él usa a quién quiera. Como Sus hijos, debemos tener el corazón de Dios – que ama y valora a cada persona, y saber recibir lo bueno que Él nos da a través de ellos. 

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