jueves, 26 de noviembre de 2015

SIN PREVIO AVISO


Un día llegaron. Sin previo aviso atacaron. El repentino estallido de las armas la habían asustado y lo primero que hizo fue correr en búsqueda de los niños. Su instinto fue meterlos a todos bajo la gran mesa del comedor. Era de madera gruesa y calculó rápidamente que los protegería en alguna medida si es que caía algo de arriba. Durante horas estuvieron allí escondidos ella, la abuela y los chicos. Los niños lloraban primero, espantados por los golpes de los misiles contra los edificios de alrededor. Luego se calmaron, viendo el sosiego de ella. Ellos no sabían que ella sabía actuar.  Por milagro ni un misil tocó su casa.

Con el paso de las horas ella se dio cuenta que no podrían quedarse más tiempo allí. Solo era cuestión de tiempo para que el enemigo llegara hasta donde estaban. Su esposo, quien no había estado en casa cuando comenzó todo, no había vuelto y ya se preguntaba si lo volvería a ver. Junto a la abuela hizo planes para escaparse de allí con las cuatro criaturas. Esa madrugada, a la hora en que los zarandeos cesaban por un rato, ellos salieron por detrás de la casa con lo poco que podían llevar e hicieron camino a no sabía dónde.

Cuando llegaron a los cerros que rodeaban el pueblo encontraron que muchos habían hecho el mismo plan. La mayoría eran mujeres y niños. En silencio se juntaron. Mientras más estaban más chance tendrían de sobrevivir. ¿Será que alguien los ayudaría? ¿Algún país o pueblo ofrecería auxilio?


El camino fue muy duro. Largas semanas les llevó llegar hasta la frontera. Por el camino quedaban solamente cuando era muy necesario. A veces encontraban un arroyo donde recargaban sus botellitas, pero más a menudo pasaban sed. La comida era muy escasa y las horas de sueño un deseo lejano. Demasiadas veces tuvieron que quedar para hacer con las manos una pequeña fosa donde dejaban los sueños de alguna de las madres enterrados bajo la tierra.

En la frontera una leve esperanza encontraron. El país vecino, con la ayuda de la ONU ofrecía “ayuda temporal” para los refugiados de la guerra. Al ver el campamento ella no sabía si reír o llorar. El alivio de haber encontrado dónde descansar y estar a salvo la sobreseyó; pero no pudo evitar derramar lágrimas al recordar su hermosa casa y jardín. Había sido un lugar de paz, donde ella y su esposo habían creado un hogar lleno de amor. En esa casa habían nacido sus bebés. Siempre estuvo llena de risas y juegos, y el aroma de la mejor comida casera. Todo había cambiado tan pronto. Todo se había perdido sin previo aviso.

En Lucas 15 Jesús habla de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. Él obviamente está haciendo énfasis en que le importa mucho lo perdido. Nada se le escapa. Nadie se le escapa. Lastimosamente resulta demasiado fácil para nosotras perder de vista  que Él está muy cerca. Con nuestras vidas agitadas, cuentas que pagar e imagen que mantener en un descuido nos sentimos perdidas. Él quiere que sepamos que tenemos tanto valor para Él que jamás descansará mientras uno esté perdido.

Las estadísticas son alarmantes: cerca de 6.000.000 de sirios han huido de sus hogares por la guerra; 3.800.000 de refugiados de esa nación han sido acogidos por los países vecinos; y 185.000 pedidos de asilo de personas de otras nacionalidades fueron formulados a Europa en el primer trimestre del 2015.

¿Puedes imaginar lo que ha de ser vivir esa experiencia? La vida es tan frágil y sin embargo nos damos el lujo de poner nuestra confianza en lo que tenemos. ¿Y si lo perdemos todo? ¿Dónde estará puesta nuestra fe entonces?

La historia contada aquí podría ser la de miles de mujeres desplazadas en este tiempo. Para el Señor nada tiene que ver las ideologías o el trasfondo político de ningún pueblo. Para Él es muy sencillo: están perdidas; y es por los perdidos que Él dio su vida. Las ama a ellas tanto como te ama a tí y me ama a mí. ¿Quién soy yo para mostrarme indiferente ante aquello que a mi Padre le apasiona? Él tanto amó al mundo (al mundo) que dio Su Hijo unigénito… (Juan 3:16). No descansará hasta encontrar lo perdido. Yo tampoco.  ¿Estarémos trabajando a favor de los perdidos cuando Él vuelva, sin previo aviso?

Dedicado a cada mujer luchadora de cualquier nación, tribu o pueblo quien, a pesar de haberlo perdido todo, no se ha rendido. Clamo a mi Padre por tu vida y por tu familia.

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