lunes, 23 de noviembre de 2015

MISERICORDIA SIN FIN

Mas tú, Señor, eres Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad;
Salmos 86:15

El diccionario define a la misericordia como la inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Es por excelencia una cualidad de Dios, por la cual perdona los pecados de las personas. Si nosotros somos misericordiosos es porque hemos adquirido algo del carácter de Dios.

De acuerdo al Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia, la misericordia es el aspecto compasivo del amor hacia el ser que está en desgracia o que por su condición espiritual no merece ningún favor. ¿Quiénes son esos seres en desgracia? De hecho todos estuvimos en dicha condición alguna vez y aún existen muchas personas que no han encontrado a Dios. ¿Acaso puede existir mayor desgracia para el ser humano?

La buena noticia es que la Biblia destaca la misericordia de Dios como una disposición suya que beneficia al hombre pecador y claramente estipula que tenemos salvación por su misericordia.
El amor de Dios nunca se acaba. Él es lleno de misericordia.
  
La vida de Manasés, el decimocuarto rey de Judá ilustra esta verdad a la perfección. El capítulo 21 del segundo libro de nos cuenta su historia. Comenzó a reinar a los doce años e hizo muchas abominaciones. Edificó altares a otros dioses, hasta en el templo de Jehová. El versículo 6 nos cuenta que pasó sus hijos por fuego. Esto quiere decir que sacrificó a sus propios hijos a estos dioses. Buscó la intervención de adivinos y encantadores. Se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta encender Su ira.  Quizás lo peor de todo esto es que no son hechos aislados en la vida de un hombre. Como él era rey, era líder; y como tal, el pueblo se perdió detrás de su mal ejemplo. “Hizo extraviarse a Judá”.

Nadie quien es líder debe perderse de vista que no trata solamente de uno mismo. Lo que hace tiene un efecto de ola. Alcanza a muchos. Por las consecuencias de nuestro ejemplo en los demás tendremos que rendir cuentas ante Dios. Al final, nada es nuestro, todo es Suyo; y el lugar de liderazgo que tenemos implica que nos ha confiado lo que más atesora: la gente.

La historia de Manasés no termina ahí. A menudo el Señor tiene que usar una mano dura para enseñar las lecciones más importantes. Esto hizo con Manasés y Judá. “Y habló Jehová a Manasés y a su pueblo, más ellos no escucharon; por lo cual Jehová trajo contra ellos los generales del ejército del rey de los asirios, los cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia.” (v. 10 y 11) Dios mismo trajo a estos reyes enemigos hasta Judá para cumplir lo que Él quería: la transformación de los corazones. ¡Qué lección tan profunda para nosotras! Dios permite cosas terribles. A veces es un castigo pero siempre es para bien. Él quiere transformarnos. a menudo el camino más duro es lo único que logra eso.

Manasés sufrió pero tomó la mejor decisión: Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres (v. 12). ¡Se acordó de Dios en la hora de aflicción!  “ Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.” (v.13)

¡Cuán grande es la misericordia de Dios! El pasado de Manasés era terrible, grandes eran sus ofensas; pero Dios jamás rechazó un corazón humillado. Este rey fue transformado. Su cautiverio lo llevó a los pies del Señor y nunca más fue igual. Quitó de Judá los altares y los dioses, reconstruyó los muros de la ciudad de David, reparó el altar e hizo sacrificios de paz y alabanza a Dios. “y mandó a Judá que sirviesen a Jehová Dios de Israel.” (v.16)

Manasés deriva de la voz griega nashah, que quiere decir "olvido". Es en una traducción literal "el olvidado" o "el que hace olvidar". A través de la vida de este rey vemos como Dios, quien es fiel y lleno de amor, en Su misericordia borra el pasado y hace todo nuevo.

Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)

Efesios 2: 4 y 5 (NTV) 

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