Los
que confían en el Señor están seguros como el monte Sión; no serán vencidos,
sino que permanecerán para siempre.
Salmos 125:1
Cuando
no comprendemos el valor de aquello que nos sucedió, fácilmente se convierte en
un ancla. Hay personas quienes corren tanto del pasado que no pueden tomar un
paso hacia delante. No subestimo lo terrible que puede haber sido lo que
viviste. Le estoy diciendo que si ya pasó, ya no tiene por qué impedir tu
avance, a no ser que tú lo permitas.
¿Qué
haces cuando las dificultades de la vida te llevan al fondo del pozo? ¿Cómo
sigues adelante cuando terminas en cero? A menudo creemos que nuestro fracaso
es tan terrible o nuestra debilidad tan agobiante, que no somos dignos de
seguir adelante y mucho menos de triunfar. Esto es mentira.
El
que cree en Dios es fuerte y firme, no por mérito propio sino por Quién le
sostiene. El hijo de Dios no tiene una vida más fácil; pero tiene la victoria
asegurada si permite que las luchas y aún los fracasos le impulsen hacia
delante. Vivimos Romanos 8:28 porque todo nos ayuda a bien. Las circunstancias
pasadas y las experiencias vividas pueden ser dolorosas pero cuando se lo
permitimos a Dios, Él todo lo usa para bendición.
Es
crucial comprender que en la vida hay estaciones. No me refiero a las etapas
naturales de la vida humana – la niñez, la adolescencia, etc. – sino a periodos
establecidos de manera personal en nuestro caminar. Algunas de estas estaciones
pueden ser muy difíciles. Necesitamos identificar esas etapas y, a pesar de la
dificultad, gozarnos en ellas. Cada una trae crecimiento y victoria, a pesar de
las luchas que pueden conllevar.
Al
observar la vida de José vemos que él vivió estaciones. En la primera fue un
muchacho soñador en la casa de su padre. Ahí fue criticado y odiado y, a causa
de los celos de sus hermanos, vendido y llevado a Egipto. Luego llegó la etapa
de la de la casa de Potifar, donde sufrió acoso y calumnia; y la de la cárcel,
en la que mostró sus talentos pero fue olvidado. La siguiente estación
corresponde al palacio. Reivindicado, sirvió como el segundo en rango en todo
el mundo conocido. Al final recibió a sus hermanos, los perdonó y fue
reconciliado con su familia.
José
dijo: “Ahora pues, no os entristezcáis ni os pese el
haberme vendido aquí; pues para preservar vidas me envió Dios delante de
vosotros.”
Había madurado. Las estaciones que había pasado le habían moldeado hasta ser un
hombre entendido en los tiempos de Dios. Al mirar la vida de José, uno ve tanto
dolor. La mayor parte de las estaciones que vivió no fueron fáciles; sin
embargo, cada una cumplió una función en su corazón. Fue moldeado y
transformado por Dios a través de lo que vivió. Si no había pasado por esas
estaciones ¿habría estado preparado para gobernar a Egipto?
Dios
no desea cosas pequeñas para Sus hijos. Él es extraordinario y todo lo que hace
también lo es. ¿Por qué no ves que eso te incluye a ti? Él es ilimitado y
siempre da más de lo que le pedimos. Quien pone límites a lo que hace somos tú
y yo. Jeremías 29:11 aclara que el Señor nos dará el fin que esperamos. ¿Qué
estas esperando? Espera cosas grandes y prepárate porque Él te dará aún más.
Sin embargo, entienda también que las estaciones son como escalones. Nos ayudan
a subir a nuevos niveles si pasamos la prueba que traen. Existe un costo a
pagar, lo cual nunca será fácil. Aún así, valdrá la pena.
El
pasado tiene una función: la de ser tu trampolín. Has sido creado para grandes
cosas. No permitas que lo que te haya sucedido te mantenga donde estas hoy.
Perdone, suelte y sea libre. Mira al pasado en los ojos, dale gracias por lo
que te enseñó y despídete. Es tiempo de avanzar.
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