Dios
nos desafía constantemente a seguir Sus preceptos y no los del mundo. Esto no
es solo en un sentido espiritual. En lo práctico de la vida también Él quiere
que seamos guiados por Su Palabra y que nuestra forma de pensar sea sustituida
por la Suya. Esto es un desafío directo a nuestra forma de vivir. Estamos
obligados a examinarnos, sin excusas, y ajustar o directamente sustituir lo que
hemos adquirido por lo que Él nos quiere dar.
Lastimosamente
muchas personas creen que los años de la juventud nos son dados para crecer,
prosperar y avanzar; pero que cuando llegamos a los cuarenta, todo es cuesta
para abajo. Pregunto ¿de dónde sacan esa idea? Tantas veces en mi vida he
escuchado las palabras, “Los jóvenes son el futuro.” ¡Qué mentira tan grande!
El futuro pertenece a quien respira; y mientras sigamos respirando tendremos
qué hacer y responsabilidad por ello. Pensar que a cierta edad puedes descansar
es conformarte con menos que todo.
La
responsabilidad por nuestra generación no se acaba hasta el día que muramos.
Querer pasar la responsabilidad por el futuro a la generación que nos sigue, es
buscar una excusa barata por la pereza. Mientras esté viva, seguiré
aprendiendo, sirviendo y adorando. Decido aplicarme para dejar un estándar tan
alto que los que siguen tengan que esforzarse para superarme. Entonces habré
servido bien a la generación que viene detrás.
Dios
tiene un plan para tu vida, y en ninguna parte de la Biblia afirma que ese plan
mengua porque alcanzas cierta edad. De lo contrario, a mayor entendimiento
mayor desafío, mayor responsabilidad y mayor logro. ¿Cómo alcanzaremos la
plenitud de Su voluntad si ponemos excusas y pretextos?
Caleb había recibido una promesa de parte de
Dios a través de Moisés. A los cuarenta años había sido enviado a espiar la
Tierra Prometida y había traído un informe positivo. Dijo Caleb a Josué,
cuarenta y cinco años después de eso: “…y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón. Y mis
hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del
pueblo; pero yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios.” Caleb era un hombre fiel a
Dios. Había caminado toda su vida de la mano de su Padre, y esto se veía en
cómo vivía y obraba. No podemos pretender alcanzar cosas extraordinarias si
operamos con nuestras fuerzas. Solo podremos hacerlo si, al igual que
Caleb, seguimos a Jehová nuestro Dios.
En el momento en que Josué y Caleb
están teniendo esa conversación, los dos están pisando la Tierra Prometida.
Caleb está recordando la promesa a pesar de que han pasado décadas. Le dice a
Josué así: “Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que holló tu
pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste
siguiendo a Jehová mi Dios.” Él no se había olvidado. ¡Esa promesa seguía
ardiendo en su corazón, y él sabía que se tenía que cumplir! ¿Cuál es la promesa
que Dios ha hecho a tu corazón? Debes saber que esa promesa se cumplirá y que
no está sujeta al tiempo de este mundo sino al tiempo perfecto de Dios.
A
los ochenta y cinco años dijo Caleb a Josué: “Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era
mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para
entrar. Dame, pues, ahora este monte, del cual habló Jehová aquel día…” Él
seguía siendo tan fuerte como antes. Por favor, note que él lo sabe y lo
declara. Sus fuerzas no han menguado. Se siente fuerte porque sabe de dónde
viene su fortaleza. ¿De dónde viene tu potencia? Si has estado pensando que tus
fuerzas se acaban ¿será porque no estás dependiendo de Quien sostiene en todo
tiempo?
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