martes, 10 de noviembre de 2015

ANTE EL SALVADOR

Si en el segundo encuentro de Pedro con Jesús la pesca abundante haya sido el único milagro, sería una excelente muestra del poder de Jesús en acción. Pero sucede otro milagro, uno que está escondido detrás del primero o por lo menos, después. 

En el primer encuentro entre estos dos hombres Jesús había visto a Pedro por quién es en Él; pero ahora Pedro ve a Jesús por quien realmente es. Repentinamente el velo cae de sus ojos y comprende que este Mesías es quien gobierna, no los romanos. Por un instante contempla la majestad de quien está frente a él y su reacción revela nuestra única posible respuesta ante el Rey: “Viendo esto Simón Pedro, se postró delante de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.” Es la misma actitud de Isaías cuando dijo, “¡Ay de mi! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios…han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.” Ante la majestuosidad y el poder del Señor, contemplamos nuestra vergüenza. Al ver tan solo parte de Su grandeza, comprendemos nuestra imperfección. Pedro se humilla, física y espiritualmente ante Jesús y reconoce la verdad: es un hombre pecador de rodillas ante el Salvador.

Jesús busca revelarse al corazón de manera personal e íntima. Es muy llamativo que Él no escoge un templo o tabernáculo, ni siquiera un palacio o una casa para tener este encuentro. Él elige la barca de Pedro – su medio de subsistencia, probablemente el lugar que conoce más que cualquier otro, para correr la cortina. Él no es un Dios lejano. Conoce tu realidad. No opera según normas, reglas o estructuras. Es real – tan real como el olor a pescado en esa barca.

A veces las mujeres pensamos que lo que hacemos es demasiado cotidiano como para interesarle a Dios. Miramos alrededor y observamos otras más preparadas, más cuidadas, más algo...y pensamos "¿Por qué se ha de interesar en mí?" Error. El Señor conoce tu realidad mejor que nadie y viene al encuentro ahí donde estas. No te pide ir hacia Él. Solo quiere que dispongas tu barca para ese encuentro.

Jesús mira a Pedro con ojos de amor. Aunque parece repetir lo que dijo en el primer encuentro, la diferencia es que ahora se dirige exclusivamente a su discípulo privilegiado. En aquella oportunidad, cuando había dado a Simón el nuevo nombre, había dicho a todos los que estaban ahí, “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” En esta ocasión se dirige directamente a Pedro, postrado delante de Él, diciendo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.” Jesús comprende exactamente lo que está sucediendo dentro de Pedro. Sabe que este hombre se ha encontrado, no solamente con Él, sino también consigo mismo; y también sabe que es a partir de ese momento que realmente va a poder acudir al llamado y caminar hacia la plenitud que Cristo ya declaró.

El segundo encuentro de Pedro con Jesús es más personal que el primero. Ya ha tenido el encuentro con el Salvador, ahora ve a su Señor. Se postra delante de Él y reconoce su propia necesidad de Dios. ¿Has tenido este tipo de encuentro con Cristo? Quizás hayas dado tu corazón a Él, aceptándole como tu Único y Suficiente Salvador. Si no lo has hecho aún, te aliento a que antes de continuar entregues tu corazón a Él. Nunca más serás igual. (Abajo hay una sencilla oración que puedes decirle. Él te oirá y te salvará). Si ya has tomado ese paso ¡Aleluya!

Necesitamos comprender que estando dentro del redil de Dios, seguimos siendo transformadas por Su poder hasta el último día de nuestra vida. A partir de este suceso Pedro entra en la escuela de Cristo, en el cual su carácter es transformado, su conocimiento es ampliado y su fe es aumentado – todo esto a través de una variedad de experiencias y pruebas. Cuán importante es tener la predisposición para aprender. El espíritu enseñable nos permite avanzar y nos mantiene siempre en humildad. ¡Sea que tenemos diez, veinte o noventa años de edad, seguimos en proceso!

Pedro ha sido hallado y ha encontrado lo que buscaba. A los pies de Cristo comprende que esto es solo el comienzo de su historia. Ve un futuro abrirse ante ellos, en el cual se puede llegar a cumplir los sueños que le queman el corazón. Después de ese momento, Pedro se convierte en la sombra de Jesús. Vez tras vez él está en el centro de casi cada suceso, cada circunstancia. A veces florece su temperamento pero ahí está, avanzando con fuerza. Admiro la capacidad de Pedro de no perder nada. Comparte sus ideas, se lanza con fe ciega, responde a veces sin tener idea de lo correcto, pero jamás retrocede. Es un violento del Reino.


¿Qué quema tu corazón? ¿Cómo está tu proceso con el Señor? Comienza y termina en Él. Conviértete también en Su sombra. Búscale con fervor y tú también  serás pescador de hombres.

ORACIÓN DE ENTREGA:
Sí aún no aceptaste al Señor Jesús como tu Único y Suficiente Salvador, no esperes más. Aquí hay una sencilla oración que te puede guiar en este paso:

Señor Jesús, 
Reconozco que soy pecador. Te pido que me perdones y que entres a mi vida. Te entrego mi corazón.  Gracias por morir en la cruz y vencer a la muerte por mí. A partir de hoy eres mi Salvador y yo soy tuyo.
Amén

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