lunes, 9 de noviembre de 2015

ANTES DEL MILAGRO

Pedro ya había conocido a Jesús. Su hermano le había llevado junto al Maestro y éste le había reconocido como Cefas (Pedro). Luego de un tiempo sucede otro encuentro.

 Un día, Jesús estaba cerca del lago de Genesaret. Mucha gente le seguía y muy pronto se apiñaron alrededor Suyo. Pedro estaba ahí, limpiando las redes después de una larga noche sin fruto. Habían estado sobre las aguas toda la noche, tirando la red solo para verla devuelta vacía. Desilusión y cansancio: la peor combinación. Pedro y sus compañeros estaban acostumbrados a estar vendiendo a esta hora, pero esa mañana ahí estaban, limpiando las redes en silencio insatisfecho.

El trabajo del pescador es muy cansador. Además, ellos no tenían maquinarias ni tecnología. Solo tenían las redes, sus brazos y el aprendizaje de años de labor. Es probable que lo único que querían fuera ir a casa a desayunar y luego dormir. Jesús se acerca y le pide a Pedro que en su barca le sacara un poquito de la costa para poder enseñar a la gente. Con la afirmación de Pedro, su barca se convierte en una plataforma para el Maestro de los maestros.

Puedo imaginar a Pedro sentado ahí, cansado y molesto pero escuchando las Palabras de Jesús. La Biblia no nos cuenta sobre qué habló ¡pero lo más probable es que haya sido muy interesante! Lo que sucede a continuación cambiaría la vida del pescador por siempre. Jesús termina de hablar, se da la vuelta y le dice a Pedro, “Vamos a pescar.” Veo algo jocoso en esta parte de la historia. Tal vez haya cruzado por su mente pensamientos como “Esto tiene que ser una broma de mal gusto. ¿Pescar? ¿Ahora? Si en toda la noche ni un pez vimos; y encima ¿quién es el pescador aquí? ¿Él o yo?” Pedro sabe que Jesús sabe mucho, pero si hay algo de lo cual él sabe ¡es la pesca!

La respuesta de este discípulo, quien a menudo es interpretado como fuerte e independiente, revela un corazón humilde y obediente. Primero le responde a Jesús con la verdad: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado”. Luego consiente: “…más en Tu palabra echaré la red.” En otras palabras, “Porque tú me lo dices, lo haré.” Es la obediencia en su más pura expresión. “Sé cuál es la realidad porque lo vivo, pero creo en Ti y te obedeceré.” ¿Quién dijo que lo que Dios te pida tenga que tener sentido? Ante Su petición, tendrás que tomar una decisión. La obediencia nunca es una obligación sino una opción.

A menudo Jesús se nos acerca en nuestro peor momento. Cuando más bajos estamos, mayor es nuestra hambre de Él. A veces hace falta encontrar vacía la red. Trabajamos, nos esforzamos, lo intentamos vez tras vez y no funciona. Es por un motivo. Las redes vacías de Pedro preparaban el escenario para el milagro. Fue a través de su necesidad que Dios preparó su corazón, su mente y su cuerpo para recibir lo que Él tenía preparado.


Entonces echan las redes de nuevo. ¡Esta vez se llenan tanto que comienzan a romperse! Lo que pasaba iba en contra de toda lógica y ciencia. Los pescadores saben que de noche se pesca porque los peces suben a la superficie y que en el día bajan a las profundidades para evitar la luz y el calor del sol. Ahí estaban, con un sol radiante y la red rebosante. Dios obra como Él quiere, cuando quiere, donde quiere, con quien quiere. No hay límites a lo que Él puede hacer. Él no obedece las leyes, sino las mismas leyes le obedecen a Él. Las circunstancias de tu vida no limitan Su poder. El tiempo correcto para tu milagro es cuando Él lo diga. Las circunstancias podrán ser adversas, tu ánimo podrá estar abatido, pero Él hará. 

No te desanimes si has estado trabajando adruamente sin ver los resultados. Dios está preparando el escenario. Solo toma la decisión de obedecer, aunque lo que Él te pida no tenga sentido. El Dios de milagros está a tu favor.

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