La Biblia dice que es maldito el hombre quien confiara en
el hombre. ¡Cuántas veces he escuchado a personas citar ese texto cuando
alguien la haya fallado! Como si fuera que se hacen recordar que lo que les ha
pasado es consecuencia de un “pecado” suyo – el de haber confiado en alguien.
Debemos tener mucho cuidado de entender fuera de contexto
la Palabra de Dios al considerar solo parte de la misma. Mire lo que dice el
versículo completo: Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía
en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. (RV1960) la NTV es aún más clara: Esto dice el Señor: "Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del Señor."
Dios no quiere que Sus
hijos seamos personas desconfiadas. Nunca fue su intención enseñarnos que si
confiamos en alguien le hemos fallado a Él. Somos sus hijos. En otras palabras ¡somos
familia! En una familia debe existir la confianza.
Lo que el Señor aclara
es que nos maldice el poner nuestra confianza más en los hombres que en Él. Cuando
dejamos que las relaciones o negocios con personas reemplacen la relación y
trato con Él, nosotros mismos nos hemos sentenciados. En un sentido práctico ¿qué
significa esto?
Buscar consuelo en los
brazos de alguien antes de llevar nuestras penas a Cristo; confiar en los
consejos de personas sin haber hablado con Dios; necesitar hablar con el novio
o el esposo cuando a Dios le dejamos con las ganas de escuchar lo que hay en
nuestro corazón; y así. Son ejemplos que ilustran que no es malo relacionarnos,
recibir consejos y disfrutar del apoyo de quienes nos rodean, pero jamás podrá
reemplazar una relación profunda con el Señor.
La vida está minada de
experiencias diversas y no todas son buenas. A veces la gente nos lastima y nos
engaña. Entonces ¿qué hacemos cuando nos fallan? Es sencillo. Busca a Dios. No corras
a otras personas a contarles qué pasó. No hables mal de nadie ni te hundas en el
auto lastima. Simplemente ve a Dios, cuéntale de corazón lo que ha pasado y
cómo te sientes, perdona y suéltalo. Luego siga adelante. No hace falta que te
auto flageles por el error de haber confiado en alguien. Sencillamente, no fue
un error. Todo obra para el bien de los que aman al Señor, hasta lo más difícil.
Levanta tu cabeza y da
gracias a Dios por todo lo que has vivido y por cada persona quien ha entrado a
tu vida. Y confía.
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