Mas tú, Señor, eres Dios misericordioso y clemente, lento
para la ira, y grande en misericordia y verdad;
Salmos 86:15
El
diccionario define a la misericordia como la inclinación a
sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Es por excelencia una cualidad
de Dios, por la cual perdona los pecados de las personas. Si nosotros somos
misericordiosos es porque hemos adquirido algo del carácter de Dios.
De acuerdo al Nuevo
Diccionario Ilustrado de la Biblia, la misericordia es el aspecto compasivo del
amor hacia el ser que está en desgracia o que por su condición espiritual no
merece ningún favor. ¿Quiénes son esos seres en desgracia? De hecho todos
estuvimos en dicha condición alguna vez y aún existen muchas personas que no
han encontrado a Dios. ¿Acaso puede existir mayor desgracia para el ser humano?
La buena noticia es que la Biblia destaca la
misericordia de Dios como una disposición suya que beneficia al hombre pecador
y claramente estipula que tenemos salvación por su misericordia. El amor de Dios nunca se acaba. Él es lleno de
misericordia.
La vida
de Manasés, el decimocuarto rey de Judá ilustra esta verdad a la perfección. El
capítulo 21 del segundo libro de nos cuenta su historia. Comenzó a reinar a los
doce años e hizo muchas abominaciones. Edificó altares a otros dioses, hasta en
el templo de Jehová. El versículo 6 nos cuenta que pasó sus hijos por fuego. Esto
quiere decir que sacrificó a sus propios hijos a estos dioses. Buscó la
intervención de adivinos y encantadores. Se excedió en hacer lo malo ante los
ojos de Jehová, hasta encender Su ira. Quizás
lo peor de todo esto es que no son hechos aislados en la vida de un hombre. Como
él era rey, era líder; y como tal, el pueblo se perdió detrás de su mal
ejemplo. “Hizo extraviarse a Judá”.
Nadie
quien es líder debe perderse de vista que no trata solamente de uno mismo. Lo que
hace tiene un efecto de ola. Alcanza a muchos. Por las consecuencias de nuestro
ejemplo en los demás tendremos que rendir cuentas ante Dios. Al final, nada es
nuestro, todo es Suyo; y el lugar de liderazgo que tenemos implica que nos ha confiado
lo que más atesora: la gente.
La historia
de Manasés no termina ahí. A menudo el Señor tiene que usar una mano dura para
enseñar las lecciones más importantes. Esto hizo con Manasés y Judá. “Y habló
Jehová a Manasés y a su pueblo, más ellos no escucharon; por lo cual Jehová
trajo contra ellos los generales del ejército del rey de los asirios, los
cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a
Babilonia.” (v. 10 y 11) Dios mismo trajo a estos reyes enemigos hasta Judá
para cumplir lo que Él quería: la transformación de los corazones. ¡Qué lección
tan profunda para nosotras! Dios permite cosas terribles. A veces es un castigo
pero siempre es para bien. Él quiere transformarnos. a menudo el camino más
duro es lo único que logra eso.
Manasés
sufrió pero tomó la mejor decisión: Mas luego que fue puesto en angustias, oró
a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres
(v. 12). ¡Se acordó de Dios en la hora de aflicción! “ Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró
a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.”
(v.13)
¡Cuán grande es
la misericordia de Dios! El pasado de Manasés era terrible, grandes eran sus ofensas;
pero Dios jamás rechazó un corazón humillado. Este rey fue transformado. Su cautiverio
lo llevó a los pies del Señor y nunca más fue igual. Quitó de Judá los altares
y los dioses, reconstruyó los muros de la ciudad de David, reparó el altar e
hizo sacrificios de paz y alabanza a Dios. “y mandó a Judá que sirviesen a
Jehová Dios de Israel.” (v.16)
Manasés deriva de la voz griega nashah, que quiere decir
"olvido". Es en una traducción literal "el olvidado" o
"el que hace olvidar". A través de la vida de este rey vemos como
Dios, quien es fiel y lleno de amor, en Su misericordia borra el pasado y hace
todo nuevo.
Pero Dios es tan rico en misericordia y nos amó tanto que, a pesar de que estábamos muertos por
causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos.
(¡Es solo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!)
Efesios 2: 4 y 5 (NTV)