sábado, 14 de junio de 2014

UNA NUEVA FORMA DE PENSAR

No es fácil ser mujer en el mundo moderno. Son tantas las exigencias que nos imponen que en un descuido nos encontramos desvelándonos para cumplir con lo que otros nos exigen. La figura, la vestimenta, el peinado, las carteras, la vida social, la pareja, etc. etc. Todo esto equivale a mucha presión. ¡Nos quieren hacer creer que la identidad puede ser delineada por normas del  mundo, e impuesta sobre toda mujer por igual. ¡Mentira del diablo!

Los medios de comunicación son bravos. No tienen piedad de nadie. Algunos datos que asustan: en los países desarrollados la edad a la cual las mujeres comienzan a deprimirse por su figura (“Me siento gorda”, “No me gusta mi cuerpo”, etc.) ¡es a los diez años! Mientras deberían estar jugando aún a la muñeca, ellas ya están sintiendo el peso del concepto de la belleza ideal. En Corea, donde la imagen personal es primordial, hay un alto índice de suicidio de chicas por sentirse rechazadas. ¿Por qué? Porque son “feas”, aunque no lo son. ¿Hasta qué punto puede el mundo influir en el auto concepto y autoestima? La respuesta es sencilla: hasta donde una lo permita.

Dios nos da una respuesta concreta en Romanos 12:2: “Y no os conforméis a esta siglo: sino transformados por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena Voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Este versículo nos revela un peligro eminente – que podemos llegar a conformarnos. Y es más, ¡esta carta fue escrita a la iglesia!

Conformarse es aceptar sin protesta algo que puede considerarse malo, insatisfactorio o insuficiente. Estos tres adjetivos describen a la perfección el concepto que el mundo transmite de lo que es la mujer. No somos ninguna de estas cosas.  No somos objeto sexual. No somos superiores. Tampoco somos inferiores. No somos todas iguales y no tenemos por qué aspirar a tener el “cuerpo perfecto”. Sí somos bellas. Sí sabemos amar y queremos ser amadas. Sí queremos alcanzar grandes cosas.

Hay una sola manera de ser libre de los paradigmas que aprendiste por el camino: siendo renovada por Dios. No sé cómo lo hace, pero lo hace. Yo soy testimonio de esto. Quitó de mi mente ciertas formas de pensar que me hacían daño y las reemplazó por sus ideas. Me abrazó y le conocí. A medida que le descubrí a Él, me descubrí a mí misma. Fue cambiándome (y el proceso sigue) y pude experimentar la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios.

Dios es soberano, hasta en los pequeños detalles. No nos abandonará en el error, sino de manera fiel trabajará en nosotras. Dale hoy la libertad a tu Padre Celestial de renovar tu mente. Cambiará aquello que no es de Él por lo que es bueno, agradable y perfecto. Sí o sí te conviene.

Amado Padre
            Gracias por interesarte en los detalles de mi mente y corazón. Gracias porque siempre quieres lo mejor para mí. Puedo confiar en Ti, sabiendo que no me harás daño, ni me desampararás. Te entrego hoy mi mente. Examínala, Papá, y cambia en ella aquello que el mundo ha implantado ahí y que no me conviene. Dame Tu forma de pensar. Hazme ver como Tú ves. Te amo.
Amén.



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