martes, 24 de junio de 2014

EL AMOR DE UNA MUJER

Ser mujer puede ser motivo de desprecio en muchas culturas en esta tierra, pero cuando algún día rindamos cuentas ante el Rey no podremos justificar la inacción con la excusa, “Es que soy mujer.” Nos llama a marcar la diferencia y a subir más alto que nuestra cultura para hacer un impacto en nuestra generación. ¿Cómo? Con la hermosura, sencillez y compasión que nos caracterizan.

El mensaje de hoy se basa en el capítulo 3 de Isaías, versículos 16 al 26. Aquí voy a comentar algunas cosas que menciona pero te invito a que lo leas detenidamente en tu Biblia.

El texto mencionado habla a las mujeres de Jerusalén. Isaías estaba profetizando al pueblo entero que vendría tiempos muy difíciles a causa de su pecado, cuando comienza a hablar directamente a las damas. A través del profeta Dios les dice que son orgullosas y vanidosas; y que procuran de conseguir la atención con la coquetería. Habla de sus accesorios y atuendos llamativos y les dice que llegará el día en el que serán desnudadas y avergonzadas por nadie más que Él. ¡Qué terribles son las imágenes que recrea el pasaje! Revela angustia y vergüenza venidera. En una cultura como la judía, en la cual a las mujeres se las daba poco o nada de autoridad, Dios les pide rendir cuentas por lo que no hicieron. Y el no haber cumplido con Él hace que paguen un precio muy alto.

¿Qué nos dice el Señor hoy por medio de ese pasaje? Dios no estaba diciendo que es malo que una mujer se cuide o que sea bella. ¡Él no está en contra de los accesorios o la ropa linda! Él estaba en contra de dos cosas de las mujeres de Jerusalén, quienes habían ofendido profundamente a Dios.

Primero, les importó más la admiración de la gente que la intimidad con el Señor. Usaron su belleza para lograr algo incorrecto. Dios plasmó Su belleza en nosotras para que reflejáramos ese aspecto de Su ser, y no para conseguir la atención y mucho menos para convertirnos en objetos sexuales. Nos creó como somos porque se deleita en quienes somos. ¡Qué triste es dar la espalda a Su amor para buscar cosas sin valor alguno!

En segundo lugar, el Señor se ofendió porque las mujeres de Jerusalén estaban tan exhortas en su autoimagen que en ellas no había lugar para la compasión. Las mujeres de Jerusalén vivían en tiempos de corrupción y abuso de los necesitados (versículos 14 y 15). Oportunidades para defender la justicia y ayudar a los pobres tuvieron de sobra. No lo hacían. Les importó más las cosas superfluas que lo que Dios ama – la gente.

Lo que diferencia a un lugar donde hay una mujer es el amor. Amamos, cuidamos y defendemos. ¡Cuán privilegiadas somos de ser así! Dios quiere que seamos como nos hizo porque es así que Él obrará a través de nosotras. El mundo no necesita de más personas superfluas. Clama por las que están llenas de la compasión y el amor de Cristo.

Señor Amado,
Gracias por querer usar mi vida para bendecir. Gracias por hacerme como soy. Entiendo que no necesito impresionar a nadie ni preciso de la aceptación de la gente. Me acepto como soy y recibo Tu obra transformadora en mi vida. Ayúdame a ver dónde puedo ayudar a otros. Lo haré, y mostraré Tu amor a un mundo que te necesita. Te amo, Jesús.

Amén 

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