Ser
mujer puede ser motivo de desprecio en muchas culturas en esta tierra, pero
cuando algún día rindamos cuentas ante el Rey no podremos justificar la
inacción con la excusa, “Es que soy mujer.” Nos llama a marcar la diferencia y
a subir más alto que nuestra cultura para hacer un impacto en nuestra
generación. ¿Cómo? Con la hermosura, sencillez y compasión que nos
caracterizan.
El
mensaje de hoy se basa en el capítulo 3 de Isaías, versículos 16 al 26. Aquí
voy a comentar algunas cosas que menciona pero te invito a que lo leas
detenidamente en tu Biblia.
El
texto mencionado habla a las mujeres de Jerusalén. Isaías estaba profetizando
al pueblo entero que vendría tiempos muy difíciles a causa de su pecado, cuando
comienza a hablar directamente a las damas. A través del profeta Dios les dice
que son orgullosas y vanidosas; y que procuran de conseguir la atención con la
coquetería. Habla de sus accesorios y atuendos llamativos y les dice que
llegará el día en el que serán desnudadas y avergonzadas por nadie más que Él.
¡Qué terribles son las imágenes que recrea el pasaje! Revela angustia y
vergüenza venidera. En una cultura como la judía, en la cual a las mujeres se
las daba poco o nada de autoridad, Dios les pide rendir cuentas por lo que no
hicieron. Y el no haber cumplido con Él hace que paguen un precio muy alto.
¿Qué
nos dice el Señor hoy por medio de ese pasaje? Dios no estaba diciendo que es
malo que una mujer se cuide o que sea bella. ¡Él no está en contra de los
accesorios o la ropa linda! Él estaba en contra de dos cosas de las mujeres de
Jerusalén, quienes habían ofendido profundamente a Dios.
Primero,
les importó más la admiración de la gente que la intimidad con el Señor. Usaron
su belleza para lograr algo incorrecto. Dios plasmó Su belleza en nosotras para
que reflejáramos ese aspecto de Su ser, y no para conseguir la atención y mucho
menos para convertirnos en objetos sexuales. Nos creó como somos porque se
deleita en quienes somos. ¡Qué triste es dar la espalda a Su amor para buscar
cosas sin valor alguno!
En
segundo lugar, el Señor se ofendió porque las mujeres de Jerusalén estaban tan
exhortas en su autoimagen que en ellas no había lugar para la compasión. Las
mujeres de Jerusalén vivían en tiempos de corrupción y abuso de los necesitados
(versículos 14 y 15). Oportunidades para defender la justicia y ayudar a los
pobres tuvieron de sobra. No lo hacían. Les importó más las cosas superfluas
que lo que Dios ama – la gente.
Lo
que diferencia a un lugar donde hay una mujer es el amor. Amamos, cuidamos y defendemos.
¡Cuán privilegiadas somos de ser así! Dios quiere que seamos como nos hizo
porque es así que Él obrará a través de nosotras. El mundo no necesita de más
personas superfluas. Clama por las que están llenas de la compasión y el amor
de Cristo.
Señor Amado,
Gracias por querer
usar mi vida para bendecir. Gracias por hacerme como soy. Entiendo que no
necesito impresionar a nadie ni preciso de la aceptación de la gente. Me acepto
como soy y recibo Tu obra transformadora en mi vida. Ayúdame a ver dónde puedo
ayudar a otros. Lo haré, y mostraré Tu amor a un mundo que te necesita. Te amo,
Jesús.
Amén
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