martes, 10 de junio de 2014

TODAS LAS COSAS


El 8 de junio del 1972 marcó la vida de Kim Phuc Phan Ti para siempre. Había ido con su familia al templo de su pueblo, Trang Bang, en el sur de Vietnam. Un piloto vietnamés confundió al grupo de civiles por tropas enemigas y lanzó bombas sobre ellos. Los mencionados proyectiles contenían una sustancia altamente inflamable que quemó y mató a muchos de ellos.

La foto icónica que ganó el Premio Pulitzer de ese año demuestra a Kim corriendo desnuda por la calle después de haberse arrancado sus ropas en llamas. En ese ataque murieron muchos parientes suyos. Ella y sus hermanos, quienes aparecen también en la foto, fueron separados de su madre en el caos causado por las explosiones. La imagen demuestra el horror de la guerra que destruye la vida de inocentes. Se considera que contribuyó a que pusieran final a la Guerra de Vietnam unos meses después.

Según ella, ese día sucedieron tres milagros. El primero fue que, a pesar de tener quemaduras en la mayor parte de su cuerpo, las plantas de sus pies estaban sanas y por eso pudo alejarse corriendo. En segundo lugar, ella se desmayó apenas se sacó la fotografía y el fotógrafo, Nick Ut, la llevó a un buen hospital en Saigón. El tercer milagro se produjo más tarde ese día cuando la madre de Kim la halló en el hospital.

Estuvo internada durante catorce meses y fue sometida a diecisiete cirugías reconstructivas. Muy agradecida por la atención médica, ella decidió dedicar su vida a la medicina.  Sin embargo, aún tenía heridas que los doctores no podían sanar. Ella misma describe su situación así: “Mi corazón estaba más negro que el café fuerte. Deseaba haber muerta en aquel ataque. Ya no quería vivir a causa del odio, ira y amargura que había en mí.”

En el segundo curso de medicina en la Universidad de Saigon, encontró un Nuevo Testamento en la biblioteca, lo leyó y entregó su vida a Jesús. Muy pronto entendió que Dios tenía un plan para su vida.

Ella creía que ningún hombre la aceptaría a causa de las desfiguraciones que tenía; pero en Cuba, donde siguió estudiando, conoció a Bui Huy Toan y en 1992 se casaron. Pidieron asilo político a Canadá y desde entonces viven en Toronto. Tienen dos hijos. En 1994 la UNESCO la nombró embajadora de la Buena Voluntad y la Paz; y en 1997 creó la Fundación Kim Phuc que provee asistencia médica y psicológica a niños víctimas de guerra. Kim da conferencias acerca de cómo confrontar el dolor. En 2009 publicó un ensayo titulado “El Largo Camino al Perdón”. Ha dedicado su vida entera a los niños víctimas de la guerra en lugares como Uganda, Rumania, Tayikistán, Kenia, Ghana y Afganistán.

Es muy dramática la historia de esta mujer, pero sé que muchas de las que leerán este artículo habrán pasado por experiencias que las han marcado profundamente. Quiero resaltar algo que todas debemos entender: cada una decide qué hacer con el dolor. Kim pasó por mucho sufrimiento, pero encontró sanidad en Jesús. Él es el Único quien restaura y sana. Él nos pone de pie y nos restituye. Cuando permitimos al Señor obrar en nuestras vidas, hasta las situaciones más dolorosas se convierten en ganancia. Dios no fue el artífice de la angustia, pero te puedo asegurar que si se lo permite, Él tomará lo que el enemigo diseñó para tu destrucción y lo usará para llevarte a nuevas alturas. Convertirá tu malestar en tu mensaje y lo que pareció ser una derrota, se mudará en victoria.

Y sabemos que a quienes aman a Dios todas las cosas los ayudan a bien, es a saber, a los que conforme a su propósito son llamados.
Romanos 8:28

Padre Amado, te entrego mi dolor. Es más de lo que puedo soportar. Decido perdonar a las personas que me han lastimado. Sé que tomarás aquello con lo que el enemigo me ha querido matar y lo usarás para dar vida fresca a mi alma – solo Tú sabes hacer eso. Por Tu gracia todas las cosas me ayudan a bien. Confío en Ti y me rindo a Ti. Sáname, límpiame. Te amo.

Amén

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