sábado, 28 de junio de 2014

LA DECISIÓN


La obediencia sencillamente no está de moda. Hoy una persona quien exige que se obedezca las reglas es tildada de autoritario. Cuando alguien establece límites claros entre el bien y el mal, se le acusa de juzgar a los demás. ¿Es más conveniente simplemente hacer lo que le parezca bien? La respuesta es no. Siempre nos convendrá conocer y obedecer los estatutos de Dios. Si lo puedo ajustar a lo que yo quiero, no es Verdad. La Verdad exige que yo me ajuste a ella. No construyo mi verdad, me dejo reconstruir por la Única Verdad.

En el versículo 73 del Salmo 119 David reconoce Quién es su Creador. Es por ahí que debemos comenzar. Reconocer la autoridad de alguien es mostrarse conforme con quien es. Dios nos hizo. Le pertenecemos. ¿Cómo no le hemos de obedecer?

Luego David pide entendimiento para comprometerse en aprender Sus mandamientos. Hay una sumisión sincera de parte de David. Le dice al Señor, “Tú me hiciste. ¿Cómo voy a rebelarme en contra de mi Creador? Enséñame y yo aprenderá.” Semejante actitud deleita al Padre.

El resultado de esta decisión es que los que también temen al Señor verán esto y se complacerán. Probablemente, esto no sucederá con los que no obedecen al Señor. Ellos están tan exhortos en sus propias cosas que están ciegos. Pero nosotras no somos así. Nuestros ojos están abiertos a lo que Dios hace y nos deleitamos en ello.

En el versículo 57 del mismo Salmo David se compromete a obedecer. “Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré Tus palabras.” Él tomó una decisión. No era una persona perfecta. Había fallado. Había desobedecido; pero tomó la mejor decisión: la de guardar la Palabra de Dios.

Nuestro Dios es digno de confianza. Él jamás obra en nuestra contra. ¡Nos conviene obedecerle! Sus decisiones son las correctas y Su disciplina nos conviene (v. 75). Él nos disciplina porque es necesario, pero jamás nos abandona. Nos consuela (v. 76). Su misericordia nos da vida y Su Ley se convierte en una delicia (v.77).


Todo esto es lo opuesto a lo que el mundo nos quiere hacer creer. Tenemos que entender que nuestro Dios es bondadoso. Es un Padre sabio quien jamás nos haría daño. La mejor decisión que podemos tomar es la de vivir conforme a Su Verdad. Esto es obedecer.

Padre, 
Examina mi corazón y cámbiame. Quiero conocer Tus reglas, que entiendo que son para mi bien, y quiero obedecerlas. Me someto a Tu voluntad y declaro Tu Verdad sobre mi vida y mi familia. 
Amén

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