La
obediencia sencillamente no está de moda. Hoy una persona quien exige que se
obedezca las reglas es tildada de autoritario. Cuando alguien establece límites
claros entre el bien y el mal, se le acusa de juzgar a los demás. ¿Es más
conveniente simplemente hacer lo que le parezca bien? La respuesta es no.
Siempre nos convendrá conocer y obedecer los estatutos de Dios. Si lo puedo
ajustar a lo que yo quiero, no es Verdad. La Verdad exige que yo me ajuste a
ella. No construyo mi verdad, me dejo reconstruir por la Única Verdad.
En
el versículo 73 del Salmo 119 David reconoce Quién es su Creador. Es por ahí
que debemos comenzar. Reconocer la autoridad de alguien es mostrarse conforme
con quien es. Dios nos hizo. Le pertenecemos. ¿Cómo no le hemos de obedecer?
Luego
David pide entendimiento para comprometerse en aprender Sus mandamientos. Hay
una sumisión sincera de parte de David. Le dice al Señor, “Tú me hiciste. ¿Cómo
voy a rebelarme en contra de mi Creador? Enséñame y yo aprenderá.” Semejante
actitud deleita al Padre.
El
resultado de esta decisión es que los que también temen al Señor verán esto y
se complacerán. Probablemente, esto no sucederá con los que no obedecen al
Señor. Ellos están tan exhortos en sus propias cosas que están ciegos. Pero
nosotras no somos así. Nuestros ojos están abiertos a lo que Dios hace y nos
deleitamos en ello.
En
el versículo 57 del mismo Salmo David se compromete a obedecer. “Mi porción es
Jehová; he dicho que guardaré Tus palabras.” Él tomó una decisión. No era una
persona perfecta. Había fallado. Había desobedecido; pero tomó la mejor
decisión: la de guardar la Palabra de Dios.
Nuestro
Dios es digno de confianza. Él jamás obra en nuestra contra. ¡Nos conviene
obedecerle! Sus decisiones son las correctas y Su disciplina nos conviene (v.
75). Él nos disciplina porque es necesario, pero jamás nos abandona. Nos
consuela (v. 76). Su misericordia nos da vida y Su Ley se convierte en una
delicia (v.77).
Todo
esto es lo opuesto a lo que el mundo nos quiere hacer creer. Tenemos que entender que nuestro Dios es bondadoso. Es un Padre sabio quien jamás nos haría daño. La mejor
decisión que podemos tomar es la de vivir conforme a Su Verdad. Esto es
obedecer.
Padre,
Examina mi corazón y cámbiame. Quiero conocer Tus reglas, que entiendo que son para mi bien, y quiero obedecerlas. Me someto a Tu voluntad y declaro Tu Verdad sobre mi vida y mi familia.
Amén
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