miércoles, 25 de junio de 2014

UN CORDEL ROJO

Tu pasado no define hasta dónde llegarás. Tantas mujeres sienten que están condenadas a cierto tipo de vida por sus faltas porque se sienten culpables, como si fuera que sus hechos han firmado una condena de la cual no puede escapar. Lo he visto vez tras vez en chicas quienes se han resignado a un existir triste por falta de recursos o a una relación abusiva porque cree que no hay salida. Si eso fuera verdad ¡quién sabe dónde estaría yo hoy! Ya no soy la que antes era porque hay Quien salva y rescata, y Su nombre es Cristo.

Una mujer quien también fue rescatada y transformada por Dios vivió en una ciudad fortificada llamada Jericó. Su nombre fue Rahab, que significa “feroz y osada como una tormenta”. Ella vivía en las zonas marginales de una ciudad grande y pagana; y se dedicaba a vender su cuerpo a hombres. Nos cuenta la Biblia de la existencia de su padre y de su madre, de hermanos y hermanas, pero no menciona un hombre – esposo, comprometido – entonces vemos que esta chica no tiene quién la defienda. No comparte su vida con un amor. Sin embargo, comparte su cuerpo con los que no la aman.

Las mujeres en aquel tiempo tenían muy poco valor para los hombres. Ella como prostituta habrá vivido aún más el rechazo y el juicio de la sociedad. Los hombres estaban para usarla pero no para cuidarla; y las mujeres la habrán rechazado abiertamente. En la sociedad antigua, las mujeres de vida fácil eran consideradas basura. Por lo tanto, difícilmente habrá podido tener amigas.

Ella vivió dentro del muro gigante de Jericó. Era la zona marginal – la parte que en caso de ataque recibiría la peor parte. Al final, esto fue un factor determinante para su participación en lo que cambiaría su vida por siempre. A veces las cosas más difíciles de nuestra vida son justamente lo que nos pone en lugar exacto en el tiempo perfecto.

Ella no conocía la ley y tampoco era parte del pueblo de Dios. ¡Ella era ciudadana del pueblo que iba a ser destruido! Sin embargo, entra a la promesa. Cuando escuchó buenas nuevas de lejanas tierras, las creyó y, por fe, ella y su casa fueron salvos. Entraron en unión eterna con el Dios de Israel y su pueblo escogido.

Muchas personas dicen tener fe en Cristo Jesús. El pueblo de Jericó tuvo fe en el Dios de Israel. Rahab comprobó esto al contar a los espías que los corazones de todos desmayaron y que el ánimo estaba decaído en todos. Ella manifestó que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra. La diferencia de la fe de Rahab a la fe del resto de las personas es que ella la puso en acción(Josué 2:1-7).  La fe es probada para ser aprobada– y solo es comprobada cuando es puesta en acción.
Rahab ató ese cordel rojo a su ventana. Fue un grito de socorro y fe. Ella ya no quería seguir viviendo como lo hacía. Había creído en el Único Dios Verdadero y ya no estaba dispuesta a seguir viviendo sin Él.  Rahab recibió misericordia por su fe genuina (Josué 6:21-25). Ella y su casa fueron salvos. Como si fuera poco, se integraron al pueblo de Israel y ella se casó para luego formar parte de la genealogía de Jesús. Cuando tomamos una decisión por Dios, esto nos impulsa a actuar con fe; y esto crea un impacto en nosotras mismas, en nuestro hogar y en las generaciones. ¡Ten fe! No te fijes en lo que ha pasado, sino mira al Señor y cree.
Gracias mi Señor Amado por tu inmensa misericordia. Gracias por amarme como lo haces. Yo sé que eres capaz de cambiar cualquier situación en victoria. No me fijo en las circunstancias y no me limita mi pasado – voy de Tu mano con firmeza, y abrazo todo lo que tienes preparado para mí. Aumenta mi fe y dame sabiduría para poder discernir Tu voluntad y hacerlo siempre.
Amén



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