No os
conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta.
Romanos 12:2
Tengo
el tema. Dios fue claro hoy que es tiempo de escribir esto. Sin embargo, ahora
que estoy sentada frente a la computadora, no sé por dónde comenzar. Siento la
urgencia de hacerlo. Tantas mujeres luchan con este problema, y siento que ha
llegado el tiempo de contar lo que viví porque a otras les puede ayudar a
vencer.
Felizmente deportista cuando jovencita, muchas cosas cambiaron después de casarme. Siempre
he sido una mujer alta y fuerte. Toda mi
familia es así. No somos gordos, pero muchos de los miembros de mi familia se
han convertido en personas con sobrepeso por el descuido. Yo fui uno de ellos. Muchos
factores ayudaron a ello – cuatro embarazos en ocho años, la falta de actividad
física y situaciones difíciles que viví.
La
primera pregunta que tengo que hacer es si el sobrepeso es un problema. ¿Nos
hace menos hermosas? ¿Nos resta valor como personas? ¿Una mujer quien no es
esbelta, puede ser atractiva? Quiero que estas preguntas las respondas tú. La razón
por qué quiero que pienses en ello es porque, sin darnos cuenta, absorbemos lo
que nos venden los medios y los damos libertades que no los corresponden. No,
las revistas y la televisión no tienen la última palabra acerca de la belleza
de la mujer. La tiene Dios.
El
verdadero problema surge cuando usamos una medida que no sea la de Dios. Así
llegamos a creer que lo que somos y cómo somos no alcanza. ¿Sabes quién
demuestra la perfección de la creación de Dios? Tú. Y esto es verdad sea que
tengas sobrepeso o no. Mírate al espejo y declara tu belleza. Si no lo puedes
hacer quizás tengas que pasar por un proceso, al igual que yo tuve que hacer.
Hubo
un tiempo en mi vida durante el cual casi desaparecí. Me refiero a mi auto
concepto. Me convertí en una sombra y no soportaba mirar en el espejo. Es que
la que yo veía ahí no era la mujer que yo quería ser. No reflejaba lo que yo
soñaba sino en qué me había convertido. Fueron tiempos difíciles. Mi corazón se
estremece por las que están en ese lugar hoy. Las circunstancias de la vida
pueden ser muy duras y las consecuencias en nuestro corazón pueden ser
terribles. Pero hay esperanza. Dios no me dejó ahí, y a ti tampoco te abandona.
A
través de un proceso largo el Señor, con impresionante ternura, ha ido
trabajando en mi corazón. Con pinzas ha tratado conmigo. Quiero aclarar algo
muy importante. El proceso de restauración fue primero y durante mucho tiempo dentro de mi corazón. Dios tomó tiempo
para sanarme y mostrarme como Él me ve. De a poco cambió mi concepto de mí
misma por Su concepto y visión de mi persona. Pude comenzar a mirarme con
optimismo; entendí que yo no tenía la culpa por muchas cosas que me
habían dicho y hecho; y comencé a alzar vuelo.
A
medida que mi Papá iba tratando conmigo, sucedió algo sorprendente. Comencé a
brillar. Yo sabía que no era nada que yo haya hecho. Era Él y solo Él. Había rodeado
mi corazón y renovado mi mente. Y entonces llegó el desafío.
No
sufría de ningún desorden alimenticio. Lo que yo hacía fue buscar consuelo en
la comida. Después de un día difícil, una rica comida era el desahogo. Después de
una victoria, celebraba comiendo. Cuando triste comía para consolarme. Nunca dejé
de confiar en el Señor, pero no dependía de Él por completo. Había cosas que
solo Él podía forjar en mí, pero no le permitía hacerlo. Sencillamente estaba
teniendo un romance con la comida.
No
sé cómo trata Dios con tu corazón, pero yo doy testimonio de Su delicadeza. Nunca
me avasalló ni me ordenó. Siempre me abrazó y allí, entre Sus brazos, me habló
al corazón. Esa vez me dijo básicamente esto: “Quiero cumplir en ti todo lo que
he prometido, quiero hacer realidad esos sueños que puse en ti, pero te necesito
fuerte. Quiero traer equilibrio a tu vida.” Ante semejante amor, solo se puede
responder con amor.
Comenzó
otro proceso en mi vida, y no ha terminado todavía. Sigue tratando conmigo. Aprendí
que Él quiere estar presente en cada
área de mi vida. Desea estabilizarme hasta en el último detalle, sin hacer que
yo deje de ser yo. Me ama y me quiere bendecir de maneras que ni había
imaginado. Como buen amante, se interesa por mí. Y por ti.
El
resultado de todo esto no es un cuerpo de top model ni una vida perfecta. Creo que
lo más bello ha sido conocerle y conocerme, y poder aceptarme como Él lo hace. Me
ha llevado a desahogarme en Su presencia, a celebrar Su poder y a recibir Su
consuelo, en vez de buscar sustitutos. Esto me ha dado la confianza suficiente
para ser yo misma y cuidarme para ser cada día más sana y fuerte.
¿Quién
dijo que Dios no se interesa en los detalles de tu vida? Te animo hoy a
rendirle todo – tus logros y tus fracasos, tu afán por controlar o tu
incapacidad de hacerlo, tu carencia y tu abundancia, y todo lo demás. Lo que Él
hará te sorprenderá. Tendrás un romance sin fin… ¡con Él!
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