Desde
hace varios años tengo el privilegio de formar parte de un cuerpo de personas
quienes todos juntos organizamos campamentos. Es una tarea muy gratificante, y
nos divertimos un montón. Aplicamos una “filosofía de trabajo”: organizar hasta
el último segundo del programa y dejarlo todo a la disposición de Dios. Hemos aprendido
que nuestra tarea es ser diligentes y eficientes en todo, pero flexibles hasta
el punto de dejar que Dios haga lo que quiera.
Dios
siempre es soberano. Esto es indiscutible. Él opera de manera perfecta. Sus pensamientos
son mucho más altos que los nuestros y Él tiene un tiempo establecido para cada
cosa. Nosotros hacemos planes, lo cual no es malo. La Biblia nos enseña a
escribir la visión (Habacuc 2:2) y a trabajar diligentemente (Josué 1:9). Los problemas
surgen cuando creemos que tenemos el control y que las cosas tienen que salir como hemos planeado.
Jeremías
profetizó al pueblo de Jerusalén que pronto la ciudad caería ante los babilonios.
Los advirtió, llamándolos al arrepentimiento. En el mismo tiempo Ezequiel estuvo
profetizando el mismo mensaje a los judíos cautivos en Babilonia. Ninguno de
los dos grupos creyó ni cambió su forma de vivir. Ellos pensaban que las cosas
irían como ellos habían planeado. Vivían como querían y su ceguera les llevó a
creer que nada podía perturbar su camino. Los que estaban cautivos y los que
estaban a punto de caer prisionero no creyeron en el Único quien podía darlos
la libertad.
Al
descubrir un poco más acerca de la vida de Ezequiel quedé asombrada por lo que
él vivió. Una vez más recalco algo que me ha ayudado a entender muchas
lecciones de la Biblia: los personajes que están en la Palabra no eran más
espirituales ni menos humanos que tú y yo. Sufrían, se equivocaban, se
alegraban, tenían sueños, amaban a sus familias, y la lista sigue. Sin embargo,
Dios hizo maravillas a través de sus vidas – y las hace hoy a través de tu vida
y la mía.
Ezequiel
nació en Jerusalén y creció en Judá. Fue entrenado para ser sacerdote. Cuando,
en 597 A.C. los babilonios atacaron a Jerusalén por primera vez, él se
encontraba en el templo capacitándose. El plan era prepararse hasta los treinta
años porque a esa edad los judíos se convertían en mayores de edad. Entonces se
graduaría como sacerdote. Su vida estaba proyectada hacia algo, y era algo
bueno. Se preparaba para servir al pueblo de Dios. Entonces llegaron.
Junto
a diez mil de sus compueblanos, Ezequiel fue llevado preso a Babilonia (2 Reyes
24: 10 – 14). Con cadenas puestas,
caminó hasta un país diferente, una cultura pagana y hasta un idioma
desconocido. ¿Qué será que pasó por su mente mientras iba caminando? ¿Será que
se sintió confundido? Tal vez se preguntó por qué todos sus planes se habían
truncado, cuando eran planes de bien.
¿Alguna
vez estuviste en semejante situación? Haces todo bien e igual parece salir todo
mal. Te quedas con un gran signo de interrogación sobre la cabeza. Uno no
entiende lo que está sucediendo. Hay una decisión que tomar. O te confundes y
te descarrillas; u optas por tener fe en Quien todo lo sabe y siempre obra para
el bien de los que le aman.
Ezequiel
podría haber pensado y sentido muchas en ese momento. Probablemente se haya
hecho muchas preguntas difíciles. No obstante, el plan de Dios para él no había
terminado. Recién comenzaba. Cinco años después, cuando él cumplía treinta (la
edad a la cual él se hubiera convertido en sacerdote) Dios le llama, diciéndole
así:
Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre
tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en
mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo
de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se
rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este
mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido
corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.
Ezequiel 2: 1 – 4
Es
asombroso el hecho de que en el tiempo en el cual se tenían que haber cumplido
los planes de Ezequiel, Dios le llama a algo específico. Es un llamado
preparado desde antes de la fundación del mundo. Efesios 2:10 dice: “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.” Él
sabe quién eres. Te conoce mejor de lo que te conoces a ti misma. Te hizo con
un propósito y Él tiene el control de toda situación. Podría parecer lo
contrario cuando las circunstancias te alejan de lo que has planeado, pero la
verdad es que te acercan a lo que Él tiene preparado.
¿Es
fácil ese camino? No. Te puedo asegurar que la senda que caminó Ezequiel fue
muy dura. Sin embargo, no hay nada más gratificante que estar donde Dios quiere
que estés, haciendo lo que Él quiere que hagas.
No
te desanimes. Confía. Fija tus ojos en el Autor y Consumador de la fe, y camine
con seguridad. Estas en camino al cumplimiento de la promesa.
¡Gracias mi
Padre Amado!
Gracias porque
estoy en Tus manos y ahí descanso en paz. No hay circunstancia en esta vida que
me pueda alejar de Tus propósitos si estoy en Ti. Te entrego hoy las
preocupaciones causadas por la circunstancia que atravieso y confieso con mi
boca que eres Soberano y que todo lo que haces obra para mi bien. Seas
glorificado a través de mi vida. ¡Te amo!
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