jueves, 21 de agosto de 2014

EN UN INSTANTE

Ayer vimos como David había fallado. Había estado donde no debía estar, lo cual le llevó a hacer lo que no debía hacer. A consecuencia una familia fue destruida. La gravedad de la situación se comprende mejor al mirar a los demás protagonistas de esta historia.

Betsabé no le buscó a David; y aparentemente su relación con su esposo era excelente. Ella acudió al rey por obediencia. David tomó a una mujer ajena; quien amaba a su esposo, quien servía al rey y a la nación.

Urías era un hombre ejemplar. Era el tipo de persona que cualquiera quisiera  tener en su equipo. Era fiel a David, dispuesto a dar todo; y no temía sacrificarse porque ponía los intereses de los demás antes de sus propias necesidades. En medio de esta relación David se metió, y destruyó todo. Urias murió para que David pudiera encontrar una supuesta salida al problema. Asesinato incluimos en la lista de cosas en contra de David.

Y está también el bebé. David la embarazó a Betsabé y esa criatura murió a consecuencia del pecado de su padre. Una vida perdida, un inocente que pagó el precio más alto.

Cuando en un momento miró la situación, quiso creer que todo estaba resuelto. Se quiso convencer de que el problema estaba solucionado: Urias estaba muerto, Betsabé estaba en el palacio, el bebé había nacido y todo seguía sobre rieles. ¿O no? Él intentaba seguir su propio camino, sin Dios. El espíritu de David estaba solo. Nuestro espíritu sabe cuando las cosas no están bien, y no tenemos paz. Él tampoco lo tenía.

Todo aparentaba estar bien. Pero no. Él escribió en Salmos 31:10: Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido; y en el 32:3: Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Alguna vez estuviste en semejante lugar? Pecaste pero lo escondes. A pesar de que pueda aparentar que todo esté bien, por dentro todo está mal. No tienes paz; a veces hasta la salud se ve afectada. No puedes acercarte a Dios porque sabes que al hacerlo, te vas a ver como en un espejo, y eso sería insoportable.

Más de una persona había sido testigo del pecado de David. Era el nombre de Dios que estaba en juego porque David era hombre ejemplar y líder de muchos. Tenía el privilegio de estar en una posición de influencia. Tú también estas ahí. Eres representante de Dios en un mundo oscuro. Muchos te tienen en cuenta como ejemplo a seguir. Eres líder porque Dios no te hizo para ser cola, sino para ser cabeza. Tienes responsabilidad en el Reino de Dios. No puedes bajar la guardia, porque tus actos y tus decisiones traen consecuencias que afectan a muchos. Cuán grande es nuestro privilegio  de servir al Rey; y cuán importante es nuestra forma de vivir para dar testimonio de Su obra.

Llega el momento. Natán habla acerca de una oveja y dos hombres, y David no percibe el simbolismo. Se lo expone despiadadamente: “Tú eres ese hombre!” Las palabras del profeta clavan más fuerte que puñales. Entonces sucede el más hermoso milagro: David dice “He pecado contra el Señor”. No intenta ofrecer excusas, tampoco busca pretextos. Es sincero en su reconocimiento. Admite que pecó y contra quién.

Cuán grande e inexplicable es el amor de nuestro Dios. Ahí mismo, el profeta Natán responde: “Si, pero el Señor ya te ha perdonado”. Todo lo que David había hecho, la gravedad de sus actos, las repercusiones de sus errores, todo fue borrado. Fue al instante. Dios no exige explicaciones, ni da la espalda para castigar. Dios no mira como miramos los hombres, mira el corazón; y en el corazón de David vio arrepentimiento sincero. En ese momento cambió por completo el panorama de David.

Dios no busca limpiarnos porque quiere hijos perfectos. Lo hace porque quiere hijos felices. Mientras estemos bajo el pesado yugo del pecado, no tenemos ni paz ni gozo. Al recibir Su precioso perdón, gozamos de una libertad absoluta. En lo eternal es borrón y cuenta nueva. No creas que tu pecado sea tan grande que el Señor no pueda o no quiera redimirte. No importa qué hiciste, la gracia de Dios alcanza para limpiarte completa e instantáneamente. ¡Sublime gracia del Señor que a un vil pecador salvó!

No esperes a que alguien te tenga que enfrentar. Deja que el Espíritu Santo obre ahora. Abre tu corazón a Él. Sé libre, en el nombre de Jesús.


Señor, soy débil. Te he fallado y hoy busco tu perdón. Reconozco que solo en Ti hay verdadera libertad, y lo ansío. Quiero ser libre y feliz. Te entrego mi vida y te pido guiar todas mis decisiones. Gracias por el perdón que Tú das al instante. Amén.

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