Hoy día vivimos apurados. Queremos cosas
instantáneas, y nos cuesta esperar. ¿Sabías que desde tiempos antiguos Dios
provee de algo instantáneo? La historia de David lo ilustra.
David pecó “muy grande”. Sabemos que para Dios,
pecado es pecado y no puede ser graduado o categorizado. Sin embargo,
comprendemos que hay pecados que impactan por la gravedad del hecho. Siendo
así, David pecó grande.
Descuidó su llamado. Estuvo sobre la terraza de
su palacio, cuando debía estar frente al ejército de Israel, ganando a
numerosos enemigos. Pareciera que se acostumbró a ganar, se acomodó en el rol
de rey y designó el trabajo a otros. ¿Cuál es el lugar a donde Dios te ha
llamado? Recuerda que Él te llamó a ti por nombre para ocupar ese lugar. No
mencionó a otro, sino a ti. En su agenda está anotado algo que hacer y al lado
dice: “No te preocupes; ___________________ lo hará.” Tu nombre está escrito
allí. No descuides tu llamado.
Quizás alguna vez conociste a alguien quien se
había acostumbrado a estar en una posición de liderazgo hasta el punto de dejar
a otros cumplir con la tarea. Un administrador quien solo firma los papeles que
otros prepararon; un jefe que pasa tres cuartos del día en el Facebook; un
líder de grupo quien se encuentra a la hora de recibir galardones, pero
desaparece cuando hay que mojar la camiseta. Cuando uno no cumple con la tarea,
está dejando abierta una puerta para que Satanás entre a hacer su antojo. Lo
vemos en la historia de David, y en muchas otras historias. No te distraigas.
Estando allí, sobre la terraza, nadie lo obligó
a David a seguir mirándola a Betsabé. La segunda mirada, dicen, hace caer. ¿Y
si es la primera mirada la que nunca termina? David podría haberse dado vuelta
de lo que veía. Podría haber decidido no mirar, pero no lo hizo. ¿Acaso este no
es el David quien venció a Goliat; el que tuvo dos veces a Saúl frente a él y
decidió no matarle porque honraba la voluntad de Jehová; el mismo quien escribe
“A Ti, oh Dios, te pertenece la alabanza en Sión”? ¿Qué pasó? David había
descuidado lo más importante: su relación íntima con Dios. Estaba débil en su
fe porque se había alejado. En tu relación con tu Padre está tu fortaleza. No
desatiendas tu vínculo con Él.
David la deseó a Betsabé y la tomó. Se dejó
llevar por el deseo. El temido pecado sexual, el que tan rápidamente juzgamos y
la causa de la caída de muchos, hasta los más grandes hombres de Dios. No te
creas exenta a ello. Todos somos débiles y cualquiera puede caer. Lastimosamente,
en la iglesia existen muchas personas quienes, creyéndose arriba de ciertos
pecados (y algunos creen no pecan) se dan el lujo de juzgar. Cuidado. Si alguna
vez caíste, regocíjate en el perdón y la restauración; si estás en pecado ahora
y no encuentras una salida, debes saber que Dios tiene la solución a tu
problema y que Su perdón es completo: arrepiéntete ahora y vivir libre; y si no
has caído, da gracias a Dios y reconocer que es solo por Su gracia que has
podido mantenerte firme hasta hoy.
A pesar de que David falló al Señor, el Señor no le falló a él. Fue y es fiel. Su amor y perdón siempre están a nuestra disposición. Mañana seguiremos aprendiendo acerca de Dios a través de la historia de David.
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