Pero
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable
1
Pedro 2:9
Mefi-boset era hijo de Jonatán y
nieto de Saúl. Nada podía cambiar eso. Una sierva se había escapado con él
cuando éste era bebé; y se había caído – quedando él lisado de pies. Había sido
sacado del palacio bajo circunstancias fuera de su control, y llevado a un pueblo
llamado Lodebar. Era un lugar pobre, un lugar de miseria. ¿En tu vida hubo circunstancias que no
escogiste, y que te llevaron a la miseria? La miseria no es necesariamente
material o financiera. Más terrible aún es la miseria emocional o espiritual.
¿Cómo ha sido tu vida? ¿Las circunstancias, o tus decisiones, te han sacado del
palacio? ¿Te encuentras hoy en un lugar de limitación y pobreza? ¿Estás
discapacitado, limitado o débil?
La historia de Mefi-boset nos
muestra nuestras propias vidas. Debemos entender que, aunque él vivía en
Lodebar, aunque su vida estaba sumida en la miseria y la dificultad, ÉL ERA DE
LINAJE REAL. Nada podía cambiar eso. Como tal, él tenía derecho a todo lo que
le correspondía. Además, existía un pacto entre su padre y el rey David. Se
habían prometido cuidar de las familias del otro si fuera necesario. David supo
después de mucho de la existencia del hijo de su amigo, y quiso honrar ese
pacto. Tú y yo, cuando hemos aceptado al Señor Jesucristo como único y
suficiente Salvador, somos de linaje real. ¡Nuestro Padre es el Rey del
Universo! En Jesús gozamos de todos los beneficios del pacto que Él hizo por
nosotros.
Me llama mucho la atención que
Mefi-boset nunca había ido a reclamar lo que era suyo. Él sabía quién era –
hasta la gente sabía de él. Es por eso que Siba al instante le respondió la
pregunta del rey cuando averiguó si alguien de la casa de Saúl aún existía.
Mefi-boset era conocido. Si él sabía quién era ¿por qué se quedó en Lodebar? La respuesta se encuentra en el versículo 8:
“Y él inclinándose dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto
como yo?” Nunca había buscado lo que le correspondía porque se sentía indigno.
Se veía como nada. Su autoimagen era tan pobre, su autoestima tan baja, que
impedía su bendición.
¿Cómo te ves? ¿Cuál es tu
autoimagen? No permitas que cómo te ves te robe la herencia que ya es tuyo.
Dios no te ve como tú te ves. Él no considera el pasado, la miseria ni
discapacidad cualquiera fuese. Él te ve por lo que eres: SU HIJO O HIJA. ¡Eres
de linaje real! Acércate y sentarte a la mesa del Rey.
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