viernes, 22 de agosto de 2014

SER LIBRE


            ¿Qué hace que una persona este tan desesperado por el cambio que haría CUALQUIER cosa por conseguirlo? En Mateo 8 leemos acerca de alguien quien sí lo hizo. Era un leproso. La lepra es una enfermedad que no respeta clase social ni nivel económico. Los leprosos en los tiempos bíblicos eran completamente apartados. Vivían separados en colonias y no podían tener contacto con personas no leprosas, siquiera su propia familia. No les era permitida la participación en festividades o reuniones familiares; y solo recibían alimento si alguien se lo dejaba en las afueras de la colonia. Perdían todo debido a una enfermedad que en ese tiempo era incurable. Cuando partían para la colonia sabían que se les había dado un boleto sin regreso. Habrá sido una existencia muy triste.

            ¿Qué hace que el leproso de Mateo 8 se atreva a romper las normas sociales y religiosas, y enfrentar burlas y rechazo? Es sencillo. Con desesperación anhelaba ser sano. Y no solo eso: sabía donde hallar la sanidad. Estaba dispuesto a arriesgar todo porque sabía que un encuentro con el Maestro daría la vuelta a su vida. Jesús había bajado del monte y “le seguía mucha gente”. Había multitudes ahí ese día. En medio de ellos, un marginado viene abriendo camino hasta llegar a Jesús. Puedo imaginar la reacción de la gente. “¿Quién se cree? ¿Acaso no sabe que no se le permite estar aquí?” o “Salgamos del camino antes de que nos toque!”

            Cuando el leproso llega junto a Jesús, se humilla delante de Él. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.”” (Mateo 8:2) Nada exige. Con humildad pone su vida en las manos del Hijo de Dios. ““Si quieres…” mi vida será transformada por Tu poder. Aquí estoy delante de ti, en terrible necesidad de un toque de Tu mano. Hágase Tu voluntad.”

            El leproso padecía una enfermedad visible. Con el tiempo lo mataría. Causaría una muerte física. Sin embargo, existe una enfermedad mucho peor que la lepra. Causa la muerte eterna. En una escala de enfermedades terminales esta es la peor de todas.  Sucede que, aunque existe en proporciones epidémicas, muchos la defienden. Esta enfermedad se llama pecado.

            Tenemos tanto que aprender de este hombre. Tuvo consciencia de su necesidad y estaba dispuesto a lo que fuera necesario para conseguir su milagro. Su humildad movió el corazón y la mano sanadora de Jesús  “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.” (Mateo 8:3)


           Necesitamos ir a Dios con la misma actitud humilde del hombre de Mateo 8. No tenemos demandas o derechos que reclamar. Solo tenemos tremenda necesidad, que ponemos delante del Dios lleno de gracia y misericordia. Nuestro Sanador, nuestro Transformador, nuestra Esperanza es Jesús. Así como con un toque Suyo cambió la vida del leproso, Él nos liberta de nuestra condición pecaminosa. Él no se ve limitado por costumbres. De la misma manera en la que tocó a un intocable, Él se extiende a través de cualquier estructura o tabú religiosa para transformar con un toque Suyo. No hay enfermedad que Él no puede curar. No hay pecado que Él no puede perdonar.

            El leproso podría haberse quedado en la colonia. Podría haber pensado que era imposible ir en contra de las normas. Podría haberse dejado limitar por las reglas. Sin embargo, decidió ser libre. Supo dónde ir y fue. El encuentro con Cristo lo cambió todo.


            Ir a Cristo nuestra elección es. ¿Dónde estás ahora? ¿Ya te has presentado ante el Maestro pidiendo ser limpio? No dejes que las costumbres te roben la bendición. Nunca es demasiado tarde. Ven a Él ahora y con humildad admite tu necesidad. Pon tu vida en Sus manos. Deja que te toque y sé libre.

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