viernes, 29 de agosto de 2014

HUELLAS DE FE

Vivir feliz es una decisión personal que se toma cada día. Esa decisión es completamente divorciada de las circunstancias reales. “Más fácil dicho que hecho,” puedo oír a unos cuántos decir.  Es cierto que no es algo que sucede fácilmente pero es una actitud que uno adquiere con la práctica.

Les cuento cómo se logra: fijando la vista bien alta. Cuando miramos hacia abajo, vemos problemas, luchas, dificultades. Cuando alzamos los ojos para fijarlos en Cristo las circunstancias, por más que no cambien, pierden importancia.

Dr. Joseph Stowell, Presidente del Instituto Bíblico Moody, cuenta lo que sucedió cuando estaba de visita a u hogar para niños con retraso mental. Mientras caminaba por los pasillos notó que las grandes ventanales estaban llenas de huellas de pequeñas manos. Preguntó al director de instituto el por qué de esto. Él respondió: “Los niños conocen a  Jesús y le aman tanto que ansían verlo. Se recuestan por las ventanas para mirar al cielo. Le están esperando.”

La fe de un niño agrada a Dios. Debemos estar llenos de gozo y optimismo. A la luz de Jesús, los problemas pierden fuerza. ¡Nuestro Rey es victorioso y vuelve pronto!  Anímense unos a otros con esta verdad, y alégrense siempre.

Cómo dice un coro antiguo: 

Fija tus ojos en Cristo
Tan lleno de Gracia y Amor
Y lo terrenal sin valor será
A la luz del Glorioso Señor

V DE VICTORIA


Los que miraron a él fueron alumbrados,
Y sus rostros no fueron avergonzados.
Salmo 34:6

La victoria no siempre es igual al haber llegado en el primer lugar. Lo que logramos es importante, pero lo que realmente influye en los demás es nuestra actitud. Al final, es nuestra actitud lo que nos lleva a pensar, sentir, hablar y actuar de una u otra manera. Nuestra  actitud también definirá cuánto disfrutaremos da la vida.

Desde hace unos años Dios me viene enamorando de la cultura oriental, y en especial de la coreana. Me impresionan muchas cosas de la manera en la que ellos actúan. Sus valores son diferentes y en todo se ve un alto nivel de respeto hacia los demás. Realmente es admirable.

Me llamó la atención algo que he visto en muchos medios de comunicación. Allí se ven hermosas jóvenes asiáticas, sonrientes y haciendo el signo V de la victoria (o de la paz). Esta pose es tan conocida en Asia como lo es decir “cheese” para las fotos de los anglos parlantes. Me preguntaba por qué hacen eso.

Comenzó con Janet Lynn. Ella fue una americana quien era la favorita para llevar el oro en patinaje sobre hielo a su país en las olimpíadas de Japón 1972. Sin embargo, ella se cayó durante su presentación. La medalla de oro se había ido. Ella lo sabía y Japón lo sabía.

Uno pensaría que allí había acabado todo. Había perdido lo que había ido a buscar. Aquí viene el impacto: ella, en vez de enojarse o demostrar disgusto, sonrió. Su comportamiento impresionó a las multitudes y se ganó la admiración de millones de personas.

Contó ella después: “No podían entender cómo podía seguir sonriendo después de haber perdido la posibilidad de ganar. Al día siguiente a donde yo iba me seguía una muchedumbre. ¡Era como si fuera una estrella de rock! La gente me daba cosas y trataban de darme la mano.”

Lynn se convirtió en una sensación de los medios de prensa y un ejemplo para toda la nación y más. En años siguientes, durante tours, ella hacía el signo de la V. Con esto nació un fenómeno cultural que expresa un cambio profundo. No solo una nación sino una cultura entera había sido profundamente impactada por una actitud que los había desafiado a pensar fuera de la caja.

No creas que haya un solo camino al éxito. ¡A menudo siquiera dimensionamos el éxito qué es! Cuando las cosas salen diferentes a lo que habíamos planeado, cuando aparentemente hemos perdido todo, entonces tenemos la oportunidad de demostrar quienes somos e impactar en las vidas de muchos.


¿En este tiempo, algo te salió mal? ¿Hay una situación o una relación que te cuesta mucho? Intenta cambiar de actitud y demuestre con ella que estas arriba del fracaso. Quién te puede ayudar a hacer esto es el Señor. A menudo nosotras no tenemos las fuerzas o la capacidad de cambiar como somos, pero cuando ponemos nuestras necesidades delante de Dios, somos transformados. Entonces la victoria estará garantizada.

martes, 26 de agosto de 2014

EL TIEMPO PERFECTO

Ezequiel estaba en Babilonia porque había sido llevado cautivo. Habían pasado cinco años desde el día en que habían invadido su hogar y él, junto a diez mil judíos, había sido llevado en cadenas hasta Babilonia. ¡Qué terrible para ellos! Me pongo en sus zapatos. No puedo imaginar cuán difícil ha de ser tener que dejar tu hogar a la fuerza, perder todo lo que amas e ir a un pueblo lejano que no conoces, donde eres prisionero.

Fue la realidad vivida por Ezequiel. Cinco años después de la conquista de Jerusalén, él estaba “junto al río de Quebar” cuando Dios le mostró visiones y le habló. Una visión es una revelación milagrosa dada por Dios para mostrar Su verdad. Las visiones a veces parecen extrañas porque son apocalípticas – esto significa que gráficamente ilustran lo que Dios comunica. Son simbólicas. Esto fue lo que Dios le dio a Ezequiel. Vio cosas que simbolizaban una idea.

En el tiempo en que Dios comenzó a dar esta visión a Ezequiel otros, quienes se llamaban profetas, estaban declarando que el tiempo de tribulación de Israel ya acababa y que Dios los iba a rescatar de Babilonia. Sin embargo, por la visión que Ezequiel tuvo, Dios demostró que las fuerzas que vinieran del norte de Israel, destruirían por completo a esa nación. El Señor tenía un plan para el bien de su pueblo, y consistía en pruebas muy grandes y muy necesarias. Si Israel era rescatado de sus enemigos antes de tiempo, ellos no recibirían todo lo que Dios tenía para ellos.

Nosotras queremos creer que la prueba pronto acabará. Abrazamos, a veces equivocadamente, palabras que vienen de otras fuentes que no sea Dios. ¿Alguna vez Él prometió que todo sería fácil? Estoy segura que no. Esto sí: cada momento de dificultad, cada minuto de prueba vivida es retribuida en bendición. Son las circunstancias difíciles las que traen cambio en nosotras, no las fáciles. Las pruebas producen paciencia (Santiago 1:3) y desarrollan el carácter de Cristo en nosotras. Aunque las tormentas pueden durar mucho tiempo, al salir de ellas nos damos cuenta que ya no somos la misma persona que éramos antes. El camino fácil del pronto auxilio puede ser tentador, pero no nos conviene.

El nombre “Ezequiel” significa “Dios es fuerte” o “Dios hace fuerte”. Hasta el significado del nombre del profeta indicaba el mensaje que Dios le daba: que a pesar de la cautividad, la fortaleza soberana de Dios seguía siendo real y que llegaría el día de la restitución y la libertad. La prueba que estás viviendo puede ser cruel. No estoy subestimando cuán difícil es para ti. Pero debes entender que tiene un propósito.

Al final de setenta años Israel terminó con el cautiverio y volvió a su casa. Fue  en el tiempo establecido por Dios. La tormenta había pasado. Sé que a menudo el camino es cuesta arriba y hay dolor y lágrimas por el camino, pero ¡ten ánimo! Esto trae bendición inexplicable a tu vida y no durará para siempre.  Alaba a Dios, en todo tiempo – en las buenas y en las malas. ¡Cobre ánimo! Clama al Señor. Él te escucha y te responderá en el tiempo perfecto.

Alabaré al Señor en todo tiempo;

    a cada momento pronunciaré sus alabanzas.
Sólo en el Señor me jactaré;
    que todos los indefensos cobren ánimo.
Vengan, hablemos de las grandezas del Señor;
    exaltemos juntos su nombre.

Oré al Señor, y él me respondió;

    me libró de todos mis temores.
Los que buscan su ayuda, estarán radiantes de alegría;
    ninguna sombra de vergüenza les oscurecerá el rostro.
En mi desesperación oré, y el Señor me escuchó;
    me salvó de todas mis dificultades.
Pues el ángel del Señor es un guardián;
    rodea y defiende a todos los que le temen.


Salmos 34: 1 - 7

lunes, 25 de agosto de 2014

CHOQUE CULTURAL

Existe un fenómeno llamado choque cultural. Sucede cuando una persona se encuentra en una cultura nueva y atraviesa un periodo de adaptación. A causa del enfrentamiento de su cultura con la extranjera, que son distintas de muchas maneras, sufre altibajos emocionales y otros síntomas. Es un tiempo difícil en lo personal, pero que al final suele traer una evaluación de la cultura original y la adoptada, para llegar a aceptar y valorar lo positivo; y rechazar lo negativo. El resultado: importante crecimiento personal. 

Frente al pozo de Jacob, hubo un choque cultural. Jesús estaba al lado del pozo de Jacob. Cansado, le pide agua a una mujer samaritana. Es el medio día y ella está ahí a esa hora porque sabe que así va a evitar encontrarse con las demás mujeres. Por su origen no es aceptada por los judíos, y por su reputación su pueblo la rechaza. Ella no percibe la magnitud de su propia necesidad, tampoco que este encuentro ha estado escrito en la agenda de Dios desde hace tiempo.

Cuando el reino del norte de Israel, con su ciudad capital en Samaria, cayó ante los Asirios, muchos judíos fueron exportados a Asiria, y extranjeros tomaron la tierra y ayudaron a mantener la paz (2 Reyes 17:24). La mezcla de estas dos razas – la extranjera y la judía – dio como resultado una raza mestiza, impura a los ojos del pueblo de Judea, quienes ocuparon el sur. Los judíos “puros” odiaban a los Samaritanos porque consideraban que habían traicionado a su pueblo y su nación. A consecuencia, los judíos hacían todo lo posible para no pasar siquiera por tierra samaritana. No hablaban con los samaritanos, ni mantenían lazo de algún tipo con ellos.

Habla con ella a pesar de que (1) es una mujer; (2) es samaritana; y (3) es de mala reputación. Son tres cosas que, según las normas culturales, a Él le impedían hablar con ella. Sin embargo le pide agua y conversa con ella. De allí la pregunta de ella: “¿Cómo es que me diriges la palabra?”. Ella estaba acostumbrada al rechazo y la separación. El choque cultural surge porque Jesús no se ajusta a las normas de la época. No es tanto la cultura judía la que se encuentra con la samaritana sino la del Reino.  

Jesús vio mucho más allá de las normas y costumbres y vio la verdad: una mujer necesitada. Vio su pasado, su búsqueda de amor y aceptación, sus matrimonios fallidos y su actual relación pecaminosa Y NO LA JUZGÓ. Jesús vio el corazón de ella en particular y supo cuál era su penuria. Tuvo compasión de ella y supo que ella ansiaba saciar su espíritu. Este choque cultural cambió la vida de esta mujer por siempre.


¿Qué buscas tú? ¿Cuál es el vacío que no dejas que otros vean, pero te quema en los momentos de soledad? ¿Cuál es la carga que estas trayendo desde hace años? Jesús sabe exactamente qué necesidad tienes. No mira lo que hiciste, ni escucha lo que dicen de ti. Te mira el corazón, sabe todo lo que pasó y te ama. Es movido a compasión, quiere que seas libre y tiene el agua que va a saciar tu sed. No tardes. Acude a Él ahora y reciba las aguas que no tienen fin.

sábado, 23 de agosto de 2014

AUNQUE NO ENTIENDA

Desde hace varios años tengo el privilegio de formar parte de un cuerpo de personas quienes todos juntos organizamos campamentos. Es una tarea muy gratificante, y nos divertimos un montón. Aplicamos una “filosofía de trabajo”: organizar hasta el último segundo del programa y dejarlo todo a la disposición de Dios. Hemos aprendido que nuestra tarea es ser diligentes y eficientes en todo, pero flexibles hasta el punto de dejar que Dios haga lo que quiera.

Dios siempre es soberano. Esto es indiscutible. Él opera de manera perfecta. Sus pensamientos son mucho más altos que los nuestros y Él tiene un tiempo establecido para cada cosa. Nosotros hacemos planes, lo cual no es malo. La Biblia nos enseña a escribir la visión (Habacuc 2:2) y a trabajar diligentemente (Josué 1:9). Los problemas surgen cuando creemos que tenemos el control y que las cosas tienen que salir como hemos planeado.

Jeremías profetizó al pueblo de Jerusalén que pronto la ciudad caería ante los babilonios. Los advirtió, llamándolos al arrepentimiento. En el mismo tiempo Ezequiel estuvo profetizando el mismo mensaje a los judíos cautivos en Babilonia. Ninguno de los dos grupos creyó ni cambió su forma de vivir. Ellos pensaban que las cosas irían como ellos habían planeado. Vivían como querían y su ceguera les llevó a creer que nada podía perturbar su camino. Los que estaban cautivos y los que estaban a punto de caer prisionero no creyeron en el Único quien podía darlos la libertad.

Al descubrir un poco más acerca de la vida de Ezequiel quedé asombrada por lo que él vivió. Una vez más recalco algo que me ha ayudado a entender muchas lecciones de la Biblia: los personajes que están en la Palabra no eran más espirituales ni menos humanos que tú y yo. Sufrían, se equivocaban, se alegraban, tenían sueños, amaban a sus familias, y la lista sigue. Sin embargo, Dios hizo maravillas a través de sus vidas – y las hace hoy a través de tu vida y la mía.

Ezequiel nació en Jerusalén y creció en Judá. Fue entrenado para ser sacerdote. Cuando, en 597 A.C. los babilonios atacaron a Jerusalén por primera vez, él se encontraba en el templo capacitándose. El plan era prepararse hasta los treinta años porque a esa edad los judíos se convertían en mayores de edad. Entonces se graduaría como sacerdote. Su vida estaba proyectada hacia algo, y era algo bueno. Se preparaba para servir al pueblo de Dios. Entonces llegaron.

Junto a diez mil de sus compueblanos, Ezequiel fue llevado preso a Babilonia (2 Reyes 24: 10 – 14).  Con cadenas puestas, caminó hasta un país diferente, una cultura pagana y hasta un idioma desconocido. ¿Qué será que pasó por su mente mientras iba caminando? ¿Será que se sintió confundido? Tal vez se preguntó por qué todos sus planes se habían truncado, cuando eran planes de bien.

¿Alguna vez estuviste en semejante situación? Haces todo bien e igual parece salir todo mal. Te quedas con un gran signo de interrogación sobre la cabeza. Uno no entiende lo que está sucediendo. Hay una decisión que tomar. O te confundes y te descarrillas; u optas por tener fe en Quien todo lo sabe y siempre obra para el bien de los que le aman.

Ezequiel podría haber pensado y sentido muchas en ese momento. Probablemente se haya hecho muchas preguntas difíciles. No obstante, el plan de Dios para él no había terminado. Recién comenzaba. Cinco años después, cuando él cumplía treinta (la edad a la cual él se hubiera convertido en sacerdote) Dios le llama, diciéndole así:

Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.
Ezequiel 2: 1 – 4

Es asombroso el hecho de que en el tiempo en el cual se tenían que haber cumplido los planes de Ezequiel, Dios le llama a algo específico. Es un llamado preparado desde antes de la fundación del mundo. Efesios 2:10 dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Él sabe quién eres. Te conoce mejor de lo que te conoces a ti misma. Te hizo con un propósito y Él tiene el control de toda situación. Podría parecer lo contrario cuando las circunstancias te alejan de lo que has planeado, pero la verdad es que te acercan a lo que Él tiene preparado.

¿Es fácil ese camino? No. Te puedo asegurar que la senda que caminó Ezequiel fue muy dura. Sin embargo, no hay nada más gratificante que estar donde Dios quiere que estés, haciendo lo que Él quiere que hagas.

No te desanimes. Confía. Fija tus ojos en el Autor y Consumador de la fe, y camine con seguridad. Estas en camino al cumplimiento de la promesa.

¡Gracias mi Padre Amado!

Gracias porque estoy en Tus manos y ahí descanso en paz. No hay circunstancia en esta vida que me pueda alejar de Tus propósitos si estoy en Ti. Te entrego hoy las preocupaciones causadas por la circunstancia que atravieso y confieso con mi boca que eres Soberano y que todo lo que haces obra para mi bien. Seas glorificado a través de mi vida. ¡Te amo!

viernes, 22 de agosto de 2014

SER LIBRE


            ¿Qué hace que una persona este tan desesperado por el cambio que haría CUALQUIER cosa por conseguirlo? En Mateo 8 leemos acerca de alguien quien sí lo hizo. Era un leproso. La lepra es una enfermedad que no respeta clase social ni nivel económico. Los leprosos en los tiempos bíblicos eran completamente apartados. Vivían separados en colonias y no podían tener contacto con personas no leprosas, siquiera su propia familia. No les era permitida la participación en festividades o reuniones familiares; y solo recibían alimento si alguien se lo dejaba en las afueras de la colonia. Perdían todo debido a una enfermedad que en ese tiempo era incurable. Cuando partían para la colonia sabían que se les había dado un boleto sin regreso. Habrá sido una existencia muy triste.

            ¿Qué hace que el leproso de Mateo 8 se atreva a romper las normas sociales y religiosas, y enfrentar burlas y rechazo? Es sencillo. Con desesperación anhelaba ser sano. Y no solo eso: sabía donde hallar la sanidad. Estaba dispuesto a arriesgar todo porque sabía que un encuentro con el Maestro daría la vuelta a su vida. Jesús había bajado del monte y “le seguía mucha gente”. Había multitudes ahí ese día. En medio de ellos, un marginado viene abriendo camino hasta llegar a Jesús. Puedo imaginar la reacción de la gente. “¿Quién se cree? ¿Acaso no sabe que no se le permite estar aquí?” o “Salgamos del camino antes de que nos toque!”

            Cuando el leproso llega junto a Jesús, se humilla delante de Él. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.”” (Mateo 8:2) Nada exige. Con humildad pone su vida en las manos del Hijo de Dios. ““Si quieres…” mi vida será transformada por Tu poder. Aquí estoy delante de ti, en terrible necesidad de un toque de Tu mano. Hágase Tu voluntad.”

            El leproso padecía una enfermedad visible. Con el tiempo lo mataría. Causaría una muerte física. Sin embargo, existe una enfermedad mucho peor que la lepra. Causa la muerte eterna. En una escala de enfermedades terminales esta es la peor de todas.  Sucede que, aunque existe en proporciones epidémicas, muchos la defienden. Esta enfermedad se llama pecado.

            Tenemos tanto que aprender de este hombre. Tuvo consciencia de su necesidad y estaba dispuesto a lo que fuera necesario para conseguir su milagro. Su humildad movió el corazón y la mano sanadora de Jesús  “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció.” (Mateo 8:3)


           Necesitamos ir a Dios con la misma actitud humilde del hombre de Mateo 8. No tenemos demandas o derechos que reclamar. Solo tenemos tremenda necesidad, que ponemos delante del Dios lleno de gracia y misericordia. Nuestro Sanador, nuestro Transformador, nuestra Esperanza es Jesús. Así como con un toque Suyo cambió la vida del leproso, Él nos liberta de nuestra condición pecaminosa. Él no se ve limitado por costumbres. De la misma manera en la que tocó a un intocable, Él se extiende a través de cualquier estructura o tabú religiosa para transformar con un toque Suyo. No hay enfermedad que Él no puede curar. No hay pecado que Él no puede perdonar.

            El leproso podría haberse quedado en la colonia. Podría haber pensado que era imposible ir en contra de las normas. Podría haberse dejado limitar por las reglas. Sin embargo, decidió ser libre. Supo dónde ir y fue. El encuentro con Cristo lo cambió todo.


            Ir a Cristo nuestra elección es. ¿Dónde estás ahora? ¿Ya te has presentado ante el Maestro pidiendo ser limpio? No dejes que las costumbres te roben la bendición. Nunca es demasiado tarde. Ven a Él ahora y con humildad admite tu necesidad. Pon tu vida en Sus manos. Deja que te toque y sé libre.

jueves, 21 de agosto de 2014

EN UN INSTANTE

Ayer vimos como David había fallado. Había estado donde no debía estar, lo cual le llevó a hacer lo que no debía hacer. A consecuencia una familia fue destruida. La gravedad de la situación se comprende mejor al mirar a los demás protagonistas de esta historia.

Betsabé no le buscó a David; y aparentemente su relación con su esposo era excelente. Ella acudió al rey por obediencia. David tomó a una mujer ajena; quien amaba a su esposo, quien servía al rey y a la nación.

Urías era un hombre ejemplar. Era el tipo de persona que cualquiera quisiera  tener en su equipo. Era fiel a David, dispuesto a dar todo; y no temía sacrificarse porque ponía los intereses de los demás antes de sus propias necesidades. En medio de esta relación David se metió, y destruyó todo. Urias murió para que David pudiera encontrar una supuesta salida al problema. Asesinato incluimos en la lista de cosas en contra de David.

Y está también el bebé. David la embarazó a Betsabé y esa criatura murió a consecuencia del pecado de su padre. Una vida perdida, un inocente que pagó el precio más alto.

Cuando en un momento miró la situación, quiso creer que todo estaba resuelto. Se quiso convencer de que el problema estaba solucionado: Urias estaba muerto, Betsabé estaba en el palacio, el bebé había nacido y todo seguía sobre rieles. ¿O no? Él intentaba seguir su propio camino, sin Dios. El espíritu de David estaba solo. Nuestro espíritu sabe cuando las cosas no están bien, y no tenemos paz. Él tampoco lo tenía.

Todo aparentaba estar bien. Pero no. Él escribió en Salmos 31:10: Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido; y en el 32:3: Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Alguna vez estuviste en semejante lugar? Pecaste pero lo escondes. A pesar de que pueda aparentar que todo esté bien, por dentro todo está mal. No tienes paz; a veces hasta la salud se ve afectada. No puedes acercarte a Dios porque sabes que al hacerlo, te vas a ver como en un espejo, y eso sería insoportable.

Más de una persona había sido testigo del pecado de David. Era el nombre de Dios que estaba en juego porque David era hombre ejemplar y líder de muchos. Tenía el privilegio de estar en una posición de influencia. Tú también estas ahí. Eres representante de Dios en un mundo oscuro. Muchos te tienen en cuenta como ejemplo a seguir. Eres líder porque Dios no te hizo para ser cola, sino para ser cabeza. Tienes responsabilidad en el Reino de Dios. No puedes bajar la guardia, porque tus actos y tus decisiones traen consecuencias que afectan a muchos. Cuán grande es nuestro privilegio  de servir al Rey; y cuán importante es nuestra forma de vivir para dar testimonio de Su obra.

Llega el momento. Natán habla acerca de una oveja y dos hombres, y David no percibe el simbolismo. Se lo expone despiadadamente: “Tú eres ese hombre!” Las palabras del profeta clavan más fuerte que puñales. Entonces sucede el más hermoso milagro: David dice “He pecado contra el Señor”. No intenta ofrecer excusas, tampoco busca pretextos. Es sincero en su reconocimiento. Admite que pecó y contra quién.

Cuán grande e inexplicable es el amor de nuestro Dios. Ahí mismo, el profeta Natán responde: “Si, pero el Señor ya te ha perdonado”. Todo lo que David había hecho, la gravedad de sus actos, las repercusiones de sus errores, todo fue borrado. Fue al instante. Dios no exige explicaciones, ni da la espalda para castigar. Dios no mira como miramos los hombres, mira el corazón; y en el corazón de David vio arrepentimiento sincero. En ese momento cambió por completo el panorama de David.

Dios no busca limpiarnos porque quiere hijos perfectos. Lo hace porque quiere hijos felices. Mientras estemos bajo el pesado yugo del pecado, no tenemos ni paz ni gozo. Al recibir Su precioso perdón, gozamos de una libertad absoluta. En lo eternal es borrón y cuenta nueva. No creas que tu pecado sea tan grande que el Señor no pueda o no quiera redimirte. No importa qué hiciste, la gracia de Dios alcanza para limpiarte completa e instantáneamente. ¡Sublime gracia del Señor que a un vil pecador salvó!

No esperes a que alguien te tenga que enfrentar. Deja que el Espíritu Santo obre ahora. Abre tu corazón a Él. Sé libre, en el nombre de Jesús.


Señor, soy débil. Te he fallado y hoy busco tu perdón. Reconozco que solo en Ti hay verdadera libertad, y lo ansío. Quiero ser libre y feliz. Te entrego mi vida y te pido guiar todas mis decisiones. Gracias por el perdón que Tú das al instante. Amén.

miércoles, 20 de agosto de 2014

AL INSTANTE

Hoy día vivimos apurados. Queremos cosas instantáneas, y nos cuesta esperar. ¿Sabías que desde tiempos antiguos Dios provee de algo instantáneo? La historia de David lo ilustra.

David pecó “muy grande”. Sabemos que para Dios, pecado es pecado y no puede ser graduado o categorizado. Sin embargo, comprendemos que hay pecados que impactan por la gravedad del hecho. Siendo así, David pecó grande.

Descuidó su llamado. Estuvo sobre la terraza de su palacio, cuando debía estar frente al ejército de Israel, ganando a numerosos enemigos. Pareciera que se acostumbró a ganar, se acomodó en el rol de rey y designó el trabajo a otros. ¿Cuál es el lugar a donde Dios te ha llamado? Recuerda que Él te llamó a ti por nombre para ocupar ese lugar. No mencionó a otro, sino a ti. En su agenda está anotado algo que hacer y al lado dice: “No te preocupes; ___________________ lo hará.” Tu nombre está escrito allí. No descuides tu llamado.

Quizás alguna vez conociste a alguien quien se había acostumbrado a estar en una posición de liderazgo hasta el punto de dejar a otros cumplir con la tarea. Un administrador quien solo firma los papeles que otros prepararon; un jefe que pasa tres cuartos del día en el Facebook; un líder de grupo quien se encuentra a la hora de recibir galardones, pero desaparece cuando hay que mojar la camiseta. Cuando uno no cumple con la tarea, está dejando abierta una puerta para que Satanás entre a hacer su antojo. Lo vemos en la historia de David, y en muchas otras historias. No te distraigas.

Estando allí, sobre la terraza, nadie lo obligó a David a seguir mirándola a Betsabé. La segunda mirada, dicen, hace caer. ¿Y si es la primera mirada la que nunca termina? David podría haberse dado vuelta de lo que veía. Podría haber decidido no mirar, pero no lo hizo. ¿Acaso este no es el David quien venció a Goliat; el que tuvo dos veces a Saúl frente a él y decidió no matarle porque honraba la voluntad de Jehová; el mismo quien escribe “A Ti, oh Dios, te pertenece la alabanza en Sión”? ¿Qué pasó? David había descuidado lo más importante: su relación íntima con Dios. Estaba débil en su fe porque se había alejado. En tu relación con tu Padre está tu fortaleza. No desatiendas tu vínculo con Él.


David la deseó a Betsabé y la tomó. Se dejó llevar por el deseo. El temido pecado sexual, el que tan rápidamente juzgamos y la causa de la caída de muchos, hasta los más grandes hombres de Dios. No te creas exenta a ello. Todos somos débiles y cualquiera puede caer. Lastimosamente, en la iglesia existen muchas personas quienes, creyéndose arriba de ciertos pecados (y algunos creen no pecan) se dan el lujo de juzgar. Cuidado. Si alguna vez caíste, regocíjate en el perdón y la restauración; si estás en pecado ahora y no encuentras una salida, debes saber que Dios tiene la solución a tu problema y que Su perdón es completo: arrepiéntete ahora y vivir libre; y si no has caído, da gracias a Dios y reconocer que es solo por Su gracia que has podido mantenerte firme hasta hoy. 

A pesar de que David falló al Señor, el Señor no le falló a él. Fue y es fiel. Su amor y perdón siempre están a nuestra disposición. Mañana seguiremos aprendiendo acerca de Dios a través de la historia de David.

lunes, 18 de agosto de 2014

UN ROMANCE CON LA COMIDA


No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12:2


Tengo el tema. Dios fue claro hoy que es tiempo de escribir esto. Sin embargo, ahora que estoy sentada frente a la computadora, no sé por dónde comenzar. Siento la urgencia de hacerlo. Tantas mujeres luchan con este problema, y siento que ha llegado el tiempo de contar lo que viví porque a otras les puede ayudar a vencer.  

Felizmente deportista cuando jovencita, muchas cosas cambiaron después de casarme. Siempre he sido una mujer alta y fuerte.  Toda mi familia es así. No somos gordos, pero muchos de los miembros de mi familia se han convertido en personas con sobrepeso por el descuido. Yo fui uno de ellos. Muchos factores ayudaron a ello – cuatro embarazos en ocho años, la falta de actividad física y situaciones difíciles que viví.

La primera pregunta que tengo que hacer es si el sobrepeso es un problema. ¿Nos hace menos hermosas? ¿Nos resta valor como personas? ¿Una mujer quien no es esbelta, puede ser atractiva? Quiero que estas preguntas las respondas tú. La razón por qué quiero que pienses en ello es porque, sin darnos cuenta, absorbemos lo que nos venden los medios y los damos libertades que no los corresponden. No, las revistas y la televisión no tienen la última palabra acerca de la belleza de la mujer. La tiene Dios.

El verdadero problema surge cuando usamos una medida que no sea la de Dios. Así llegamos a creer que lo que somos y cómo somos no alcanza. ¿Sabes quién demuestra la perfección de la creación de Dios? Tú. Y esto es verdad sea que tengas sobrepeso o no. Mírate al espejo y declara tu belleza. Si no lo puedes hacer quizás tengas que pasar por un proceso, al igual que yo tuve que hacer.

Hubo un tiempo en mi vida durante el cual casi desaparecí. Me refiero a mi auto concepto. Me convertí en una sombra y no soportaba mirar en el espejo. Es que la que yo veía ahí no era la mujer que yo quería ser. No reflejaba lo que yo soñaba sino en qué me había convertido. Fueron tiempos difíciles. Mi corazón se estremece por las que están en ese lugar hoy. Las circunstancias de la vida pueden ser muy duras y las consecuencias en nuestro corazón pueden ser terribles. Pero hay esperanza. Dios no me dejó ahí, y a ti tampoco te abandona.

A través de un proceso largo el Señor, con impresionante ternura, ha ido trabajando en mi corazón. Con pinzas ha tratado conmigo. Quiero aclarar algo muy importante. El proceso de restauración fue primero y durante mucho tiempo dentro de mi corazón. Dios tomó tiempo para sanarme y mostrarme como Él me ve. De a poco cambió mi concepto de mí misma por Su concepto y visión de mi persona. Pude comenzar a mirarme con optimismo; entendí que yo no tenía la culpa por muchas cosas que me habían dicho y hecho; y comencé a alzar vuelo.

A medida que mi Papá iba tratando conmigo, sucedió algo sorprendente. Comencé a brillar. Yo sabía que no era nada que yo haya hecho. Era Él y solo Él. Había rodeado mi corazón y renovado mi mente. Y entonces llegó el desafío.

No sufría de ningún desorden alimenticio. Lo que yo hacía fue buscar consuelo en la comida. Después de un día difícil, una rica comida era el desahogo. Después de una victoria, celebraba comiendo. Cuando triste comía para consolarme. Nunca dejé de confiar en el Señor, pero no dependía de Él por completo. Había cosas que solo Él podía forjar en mí, pero no le permitía hacerlo. Sencillamente estaba teniendo un romance con la comida.    

No sé cómo trata Dios con tu corazón, pero yo doy testimonio de Su delicadeza. Nunca me avasalló ni me ordenó. Siempre me abrazó y allí, entre Sus brazos, me habló al corazón. Esa vez me dijo básicamente esto: “Quiero cumplir en ti todo lo que he prometido, quiero hacer realidad esos sueños que puse en ti, pero te necesito fuerte. Quiero traer equilibrio a tu vida.” Ante semejante amor, solo se puede responder con amor.

Comenzó otro proceso en mi vida, y no ha terminado todavía. Sigue tratando conmigo. Aprendí que Él quiere estar presente en cada área de mi vida. Desea estabilizarme hasta en el último detalle, sin hacer que yo deje de ser yo. Me ama y me quiere bendecir de maneras que ni había imaginado. Como buen amante, se interesa por mí. Y por ti.

El resultado de todo esto no es un cuerpo de top model ni una vida perfecta. Creo que lo más bello ha sido conocerle y conocerme, y poder aceptarme como Él lo hace. Me ha llevado a desahogarme en Su presencia, a celebrar Su poder y a recibir Su consuelo, en vez de buscar sustitutos. Esto me ha dado la confianza suficiente para ser yo misma y cuidarme para ser cada día más sana y fuerte.


¿Quién dijo que Dios no se interesa en los detalles de tu vida? Te animo hoy a rendirle todo – tus logros y tus fracasos, tu afán por controlar o tu incapacidad de hacerlo, tu carencia y tu abundancia, y todo lo demás. Lo que Él hará te sorprenderá. Tendrás un romance sin fin… ¡con Él!

VERDAD Y CONSECUENCIA

             
            Al mirar la historia de Israel, vemos el pueblo escogido por Dios y que lastimosamente muchas veces no entendió su lugar en la historia. Sin embargo, vemos en su historia nuestra propia condición. Israel es el pueblo escogido de Dios, favorecido por Él. Sin embargo, a Dios le dio la espalda y cometió sinfín de pecados terribles. A consecuencia, el estilo de vida del pueblo de Israel se degeneró a tal punto que a Dios le provocaron la ira.

            Había sucedido en el desierto, después de la salida de Egipto: Entonces el Señor le dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? (Números 14:11). No cambió su actitud, a pesar de que Dios siguió avisándoles que no iba a esperar por siempre: Además, una y otra vez el Señor les ha enviado a sus siervos los profetas, pero ustedes no los han escuchado ni les han prestado atención. Ellos los exhortaban: "Dejen ya su mal camino y sus malas acciones. Así podrán habitar en la tierra que, desde siempre y para siempre, el Señor les ha dado a ustedes y a sus antepasados. No vayan tras otros dioses para servirles y adorarlos; no me irriten con la obra de sus manos, y no les haré ningún mal."  »Pero ustedes no me obedecieron —afirma el Señor—, sino que me irritaron con la obra de sus manos, para su propia desgracia.”

            La consecuencia para Israel era violencia, dominio y exilio. ¡Qué terrible es la condición humana sin Dios! No podemos pretender vivir en victoria, ni recibir bendición alguna, sin Él. Resulta fácil entender hasta aquí. El pecado, el rechazo a Dios trae consecuencias; la rebeldía conlleva castigo. Lo que vemos en la historia de Israel, no es lejos de nuestra realidad. Pregúntale a cualquier persona quien ha vivido lejos de Dios cuál ha sido su experiencia. Te contará que, ahora que vive cerca de su Padre, sabe que vivir sin el Señor es terrible. ¿Dónde estás tú hoy? ¿Vives cerca o lejos de tu Creador?

            Debemos leer toda la historia para conocer cuán grande es el amor de nuestro Padre. A pesar de que Israel le había rechazado y ofendido profundamente a Dios, quien los había creado, levantado y bendecido, Él pronuncia estas palabras: Así dice el SEÑOR: Reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; hay pago para tu trabajo--declara el SEÑOR--, pues volverán de la tierra del enemigo. Y hay esperanza para tu porvenir--declara el SEÑOR--, los hijos volverán a su territorio.(Jeremías 31: 16, 17). Dios sufre al ver a Sus hijos sufrir. Él escucha cuando Sus hijos levantan la voz para clamar por misericordia.

           

No debemos olvidar que sucedió algo que Dios no puede resistir: el arrepentimiento. Ciertamente he oído a Efraín lamentarse: "Me has castigado, y castigado fui como becerro indómito. Hazme volver para que sea restaurado, pues tú, Señor, eres mi Dios. Porque después que me aparté, me arrepentí, y después que comprendí, me di golpes en el muslo; me avergoncé y también me humillé, porque llevaba el oprobio de mi juventud." (Jeremías 31:18, 19). El corazón de Dios no puede oponerse al corazón humilde y contrito. Él es amor y no puede ir en contra de sí mismo. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 1 Juan 1:9

            Dios es Padre por excelencia. No castiga con malevolencia, lo hace con amor. Sabe Él que nosotros, Sus hijos, necesitamos ser castigados para aprender; y que tenemos que aprender para así poder recibir todas las bendiciones que Él nos quiere dar. El hijo quien no ha sido enseñado debidamente, el que no ha sido encaminado, ¿qué bien podrá hacer con todo lo que hereda de su padre? La disciplina y el castigo no son solo consecuencias de nuestros hechos, sino también resultado del amor incondicional de nuestro Padre Celestial.

            En Jeremías 30: 11 Dios cuenta esta verdad: Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo. Nuestro Padre, siendo Buen Padre, no dejará de castigarnos. Nos castiga con justicia. El concepto de justicia de Dios es mucho más alto que el nuestro. Nosotros pensamos que justicia consiste en dar al merecedor y castigar al ofensor. El concepto que Dios tiene de la justicia es esta: dar todo por quien nada merece. Cuando Él dice que nos castiga con justicia ¡salimos ganando siempre!

            La repuesta de Dios al arrepentimiento genuino lo vemos en el versículo 20 del capítulo 31 de Jeremías: ¿No es Efraín mi hijo amado? ¿No es un niño encantador? Pues siempre que hablo contra él, lo recuerdo aún más; por eso mis entrañas se conmueven por él, ciertamente tendré de él misericordia--declara el SEÑOR. Dios nos considera hijos preciosos, somos Su deleite y nunca se olvida de nosotros. ¡El Señor dice que Sus entrañas se conmueven por nosotros! Recuerdo que cuando mis hijas y mi hijo eran bebés, solía pararme al lado de su cuna para observarles dormir; y se me subía un nudo a la garganta que casi me impedía la respiración. Es que el amor que tiene un padre por su hijo es inexplicablemente profundo. Nosotros, Sus hijos, erramos, le desobedecemos y nos rebelamos contra Él. Aún así nuestro Padre nos ama, nos levanta y nos bendice. El amor nunca deja de ser.

            No importa cuán terrible el pecado, o cuán triste el pasado. Él es tu Padre; y aunque te castigue, lo hará con amor y para tu bien. No te opongas a Su instrucción. Aprenda. Cambie. Las consecuencias de abrazar Su verdad siempre son de bendición.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Romanos 8:28

miércoles, 13 de agosto de 2014

EN LA FECHA SEÑALADA

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
Hebreos 11:11

Las promesas de Dios se cumplen. Solo que no siempre se cumplen como lo esperábamos. En nuestras mentes, y según nuestro criterio hay un tiempo “normal” en el cual deben suceder las cosas, y es ahí donde comienza la prueba de nuestra fe.

Sara y Abraham habían recibido la promesa de tener un hijo, pero pasaron los años y no llegaba. Ella envejeció y pasó el tiempo estándar  - en otras palabras, su cuerpo ya no estaba preparado para concebir. Aparte de ser anciana, ella ya no menstruaba. Se encontraba “fuera del tiempo”. Cuando ella y su esposo recibieron la visita de Dios en su tienda, ella hasta se rió cuando escuchó que dijo que ella tendría ese bebé. No parecía ser posible. Realmente no lo era. Todas las circunstancias iban en contra: “así que ella se rió y dijo entre dientes: «Eso sería muy bonito, pero mi esposo y yo estamos muy viejos para tener un hijo».” (Génesis18:12) Esa risa expresó lo que Sara sintió. Muchas veces nosotros nos encontramos en la misma situación: tiene apariencia de hasta ridículo lo que Dios nos dice. A veces inclusive dudamos de haber realmente escuchado Su voz. Es que las circunstancias no nos favorecen y pensamos que simplemente ya pasó demasiado tiempo.

Nuestro Dios no se rige por nuestro tiempo. ¡Gloria a Él por eso! El Dios de las imposibilidades hace todo en el tiempo perfecto – Su tiempo. Quizás hoy estés parado sobre un cementerio de promesas –cosas que alguna vez escuchaste al Espíritu Santo hablar pero no viste materializarse; entonces los enterraste bajo la tierra de tu desilusión. Puede ser que las circunstancias que te han tocado vivir te dejaron desanimado. Quizás fallaste y crees que las promesas de Dios ya no se van a cumplir porque no las mereces. Es posible que hayas visto a gente alrededor tuyo recibir bendición tras bendición, mientras esperas y esperas sin ver nada.

Tome nota de esto hoy:  si Sara se habría quedado embarazada en el tiempo “normal”, la concepción de Isaac no habría sido un milagro. Habría sido como cualquier otro bebé que nace de una mujer. Debido a que habían pasado los años y ella ya era anciana, el nacimiento de ese niño fue algo extraordinario. Dios lo hizo posible. Las circunstancias más difíciles de tu vida crean el escenario para que Dios pueda hacer cosas extraordinarias.

Dios trabajó en ella, en el corazón de Sarah, a través de los años de espera. Él no está interesado solamente en los resultados. Es amante de los procesos. Es cierto que ella flaqueó – Ismael es el resultado de uno de esos momentos de debilidad – pero el Señor siguió obrando.


Génesis 21 versículos 1 y 2 nos cuenta: Tal como Dios se lo había prometido, Sara quedó embarazada y, en la fecha señalada, tuvo un hijo de Abraham, quien ya era muy anciano. En la fecha señalada. No antes, ni después. En el momento justo – el tiempo de Dios. 

No te desanimes. Lo que Dios te ha prometido, lo hará a Su tiempo. Mientras esperas, sepa que Él está obrando. No se ha olvidado de ti. No te ha dado la espalda. Está tomando Su tiempo para logar en ti lo que quiere y en el tiempo señalado, verás con tus ojos el cumplimiento de la Palabra.