Una de las cosas que me impacta constantemente al ministrar a mujeres es cuán duras somos con nosotras mismas. Nos exigimos la perfección en algunas áreas sino en todas. Queremos la vida, el esposo, los hijos, la carrera, la cuenta bancaria y la imagen y todo lo queremos perfecto. Pareciera que estamos compitiendo con quién sabe quién.
Si ni Dios nos exige tanto entonces ¿por qué nosotros lo hacemos? Aprendamos a ser felices con quienes somos. Es tan fácil perder la perspectiva eterna cuando vivimos bajo presión, corriendo de un compromiso a otro. Las responsabilidades, los problemas y el cansancio fácilmente nos desenfocan del verdadero objetivo.
Encuentre motivos por qué luchar pero no te afanes. Él tanto te ama que te regala cada día; cada detalle de tu persona Él lo ama; y quién eres tú es todo lo que Él quiere de ti. Enfóquese en Él y no en ti.
Hace un tiempo el Señor me reveló mientras ministraba a un grupo de jóvenes que muchos de ellos no tenían dificultad para ver Su gloria cuando miraban a otros, pero no la veian en el espejo. ¿Y tú? Al mirarte ¿ves Su gloria?
Quiero pedirte algo. Ponte frente al espejo y mira. Deja que pase por lo menos un minuto, solo observándote. ¿Qué ves? ¿Qué cosas cruzan por tu mente al mirar tu propia imagen?
En Juan 11:40 Jesus aclaró: —¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Pedimos al Señor que nos muestre Su gloria, sin embargo estamos rodeadas de ella y no la vemos. Cree que Su gloria se manifiesta en tu vida. Entonces lo verás.
Has vivido un milagro? ¿Has visto la gloria de Dios? A pesar de todo lo que pasó no sucumbiste. Estas de pie y avanzando. La gloria de Dios se manifiesta a través de tu vida. El milagro eres Tú.
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