Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado
al mundo.
Juan 17:18
Jesús nos
manda al mundo de la misma manera en que Su padre le envió aquí. Para
saber cómo Él nos envía, debemos comprender Su propósito en la tierra.
¿Qué hizo Jesús aquí?
Sanó
Restauró
Liberó
Enseñó
Discípuló
Murió
Y venció.
¡Qué gran ejemplo nos da nuestro Maestro! Haremos todo
lo que Él hizo, y mayores cosas aún (Juan 14:12). ¿Alguna cosa te será
imposible? Tenemos que entender que nuestros motivos deben ser los
mismos. Todo lo que Jesús hizo fue a favor de otros. ¿Cuáles motivos te mueven
hoy?
Nada es más importante para Dios que la gente. Para
nosotros debe ser así también. Nuestro corazón debe romperse por lo que rompe
el corazón de Dios. Juan 3:16 aclara que “de tal manera amó Dios al mundo,”
que dio Su único Hijo por nosotros. No dice que Él tanto amó a la iglesia, ni a
ti ni a mí, sino al mundo. La pasión
de Dios es aquel quien no le conoce. Quiere salvar, restaurar y bendecir a cada
uno porque ama a todos sin excepción. No podemos ser hijos victoriosos y
llenos de Su poder si no amamos al prójimo.
Lucas 10 nos cuenta de un hombre quien estuvo
tendido en el suelo, herido y necesitado. Los que pasaron de largo no fueron
personas malas. Simplemente estaban demasiado ocupados. Iban camino a su
siguiente reunión o evento religioso, y ayudar a este hombre exigía tiempo y
esfuerzo. ¡Cuán a menudo somos así! Nos enfocamos tanto en lo que hacemos que
nos olvidamos de quienes somos.
El samaritano, quien también tenía mucho por hacer,
“viéndolo, se compadeció de él. Se acercó,” le curó y le hizo atender. Este
hombre tuvo que dejar de lado las otras cosas, y acercarse. No había, y no hay,
otra forma de hacer el propósito del Padre.
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