jueves, 25 de septiembre de 2014

INMERECIDO


Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios
Romanos 3: 21 - 23

¿Alguna vez has escuchado o leído acerca de Jeffrey Dahmer? Nació en Wisconsin, Estados Unidos el 21 de mayo de 1960. No sé muchos detalles de su niñez y juventud, pero sé acerca de lo que hizo después. Jeffrey es conocido como “El carnicero de Milwaukee” y no por razones agradables. Dejó un legado terrible. El 22 de julio de 1991 lo descubrieron cuando una víctima suya escapó y dio aviso a la policía. Registraron su apartamento y encontraron pruebas de once asesinatos. Había descuartizado a sus víctimas, había guardado sus miembros en el congelador y a varias de ellos había comido. Horripilante ¿no? Descubrieron que entre los años 1978 y 1991 había matado a diecisiete personas. En su juicio se mostró tranquilo y sereno; en ningún momento se arrepintió ni pidió perdón a los familiares de sus víctimas. Fue sentenciado a quince cadenas perpetuas, sin esperanzas de salir bajo palabra. La historia de Jeffrey no termina ahí. En la cárcel, gracias a un ministerio cristiano que visitaba el lugar, aceptó a Cristo como su Salvador. Se arrepintió de sus pecados y fue cambiado por el poder de Dios. En 1991 otro presidario le mató.

Surgen varias preguntas en mi mente. ¿Con cuánto se puede pagar por diecisiete vidas robadas? ¿Qué castigo es lo suficientemente fuerte como para apaciguar a las diecisiete familias? ¿Debe un hombre como este recibir el perdón? ¿Acaso no debería pagar caro todo lo que hizo, hasta por la eternidad? Es que la mente humana no llega a comprender “la locura del evangelio” (1 Corintios 1: 18-21) Nos cuesta comprender que alguien como Jeffrey fuera libre de condena eterna.

Si fuera él la medida con la que se nos compararía, entonces tú y yo estamos muy bien. Al lado de Jeffrey, nos vemos bastante bien. Sin embargo, él no es la medida. Es Jesús. ¡Viéndolo así, estamos en problemas! Como aclara Romanos 3, TODOS hemos pecado – todos significa TODOS. ¿Podemos pensar que el pecado de uno es peor que el otro? ¿Tenemos el derecho de decir que otro merece más castigo? No. Por una simple razón: Cristo murió por TODOS. No hay pecado tan terrible que Él no lo pueda perdonar. Al que viene a Él, Él no lo echa fuera. Si pensabas que no mereces el perdón de Dios, tienes razón. Nadie lo merece. Sin embargo, Dios nos perdona porque Él es amor y dio Su Hijo para que tú y yo recibiéramos la libertad de toda condena. Recibe perdón hoy.

Si has juzgado a otros, pensando que tu pecado es menor que el de ellos, arrepiéntete ahora y da gracias a Dios por tu Salvación. Recordemos cada día cuán grande es nuestra Salvación y cuán grande es Su amor.

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