La
uña encarnada duele. Si alguna vez lo sufriste, me darás la razón. Sucede
cuando la uña se recorta mucho y al crecer, se mete entre la piel.
Esto causa irritación, infección y mucho dolor. Muchas personas quienes sufren de
esta aflicción sacan la uña de entre la carne para darlo camino libre para
crecer, lo cual es muy doloroso. A un tiempo, sin embargo, la uña vuelve a
meterse y de vuelta la persona se encuentra con un uña encarnada que le hace
sufrir y hasta imposibilita caminar.
Encontré la solución a la uña
encarnada. Lo que uno debe hacer es muy sencillo: nada. Bueno, aparte de
aguantar el dolor y aplicar un desinfectante a la zona afectada. Al no tocar la
herida y dejar a la uña crecer, ella misma se hace camino hacia afuera y al pasar
al otro lado, se habrá curado. ¡Y tener mayor cuidado después en cómo se corta
las uñas!
La vida es a menudo como la uña
encarnada. Vienen situaciones que nos causan mucho dolor. Se meten en nuestra
carne, creando irritación y hasta infección del corazón, llamado ira y falta de
perdón. ¿Qué intentamos hacer la mayoría de las veces? Tratamos el dolor,
buscamos evitar el sufrimiento y al rato de nuevo nos encontramos cara a cara
con la misma situación. Es un círculo vicioso de nunca acabar. Esas “uñas encarnadas”
nos impiden avanzar.
El dolor es parte de la vida. No
se puede evitar, pero sí se puede decidir qué se va a hacer con ello. ¿Vamos a
quedarnos postrados o vamos a levantarnos, más fuertes por haber vencido?
¿Dejaremos que lo que otros nos hicieron nos mantenga abajo o lo usaremos para
tomar impulso y levantar vuelo? El dolor es muy importante para nuestro
crecimiento. Nos avisa cuando algo no está bien, nos hace más resistentes y nos
mantiene agarrados del Médico.
De ninguna manera estoy diciendo
que Dios disfruta de vernos sufrir. Dios es nuestro Sanador. También sabe que hay
lecciones que solo podrán ser aprendidos en el camino difícil.
El día en que estés frente al
Señor, y ese día va a llegar, no podrás mencionar el nombre de otro. Ahí no
será “Si pero él me hizo esto” o “Sabes qué me hizo ella…”. Él no te preguntará
por aquellos quienes te hicieron daño. No te va a preguntar qué ellos te
hicieron, sino qué hiciste con lo que ellos te hicieron. Todos hemos sido
lastimados por alguien o por algo. Cuando tomamos las decisiones correctas y
dejamos de jugar el papel de víctima, revertimos la situación, y lo que era
para destrucción se convierte en bendición. Así las dificultades de la vida se
convierten en nuestros aliados. El dolor nos hace más fuertes y el sufrimiento nos
vuelve más sabias.
Cada situación es una oportunidad.
Tu actitud y un espíritu enseñable serán los factores principales de tu
victoria sobre tu ayer. Hoy decides. ¿Seguirás lamentándote por el pasado? ¿O
vas a confrontar el dolor y dejar que la herida sea sanada? La sanidad no vendrá por tratar de manera superficial al dolor, buscando un respiro o un escape. Solo será sanado si aguantas el proceso hasta llegar a la libertad. Te animo a que dejes al Espíritu Santo tratar con tus "uñas encaradas". Entonces seguirás caminando, fuerte y segura.
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