miércoles, 3 de septiembre de 2014

CAMINANDO SEGURAS

La uña encarnada duele. Si alguna vez lo sufriste, me darás la razón. Sucede cuando la uña se recorta mucho y al crecer, se mete entre la piel. Esto causa irritación, infección y mucho dolor.  Muchas personas quienes sufren de esta aflicción sacan la uña de entre la carne para darlo camino libre para crecer, lo cual es muy doloroso. A un tiempo, sin embargo, la uña vuelve a meterse y de vuelta la persona se encuentra con un uña encarnada que le hace sufrir y hasta imposibilita caminar.

Encontré la solución a la uña encarnada. Lo que uno debe hacer es muy sencillo: nada. Bueno, aparte de aguantar el dolor y aplicar un desinfectante a la zona afectada. Al no tocar la herida y dejar a la uña crecer, ella misma se hace camino hacia afuera y al pasar al otro lado, se habrá curado. ¡Y tener mayor cuidado después en cómo se corta las uñas!

La vida es a menudo como la uña encarnada. Vienen situaciones que nos causan mucho dolor. Se meten en nuestra carne, creando irritación y hasta infección del corazón, llamado ira y falta de perdón. ¿Qué intentamos hacer la mayoría de las veces? Tratamos el dolor, buscamos evitar el sufrimiento y al rato de nuevo nos encontramos cara a cara con la misma situación. Es un círculo vicioso de nunca acabar. Esas “uñas encarnadas” nos impiden avanzar.

El dolor es parte de la vida. No se puede evitar, pero sí se puede decidir qué se va a hacer con ello. ¿Vamos a quedarnos postrados o vamos a levantarnos, más fuertes por haber vencido? ¿Dejaremos que lo que otros nos hicieron nos mantenga abajo o lo usaremos para tomar impulso y levantar vuelo? El dolor es muy importante para nuestro crecimiento. Nos avisa cuando algo no está bien, nos hace más resistentes y nos mantiene agarrados del Médico.

De ninguna manera estoy diciendo que Dios disfruta de vernos sufrir. Dios es nuestro Sanador. También sabe que hay lecciones que solo podrán ser aprendidos en el camino difícil.

El día en que estés frente al Señor, y ese día va a llegar, no podrás mencionar el nombre de otro. Ahí no será “Si pero él me hizo esto” o “Sabes qué me hizo ella…”. Él no te preguntará por aquellos quienes te hicieron daño. No te va a preguntar qué ellos te hicieron, sino qué hiciste con lo que ellos te hicieron. Todos hemos sido lastimados por alguien o por algo. Cuando tomamos las decisiones correctas y dejamos de jugar el papel de víctima, revertimos la situación, y lo que era para destrucción se convierte en bendición. Así las dificultades de la vida se convierten en nuestros aliados. El dolor nos hace más fuertes y el sufrimiento nos vuelve más sabias.


Cada situación es una oportunidad. Tu actitud y un espíritu enseñable serán los factores principales de tu victoria sobre tu ayer. Hoy decides. ¿Seguirás lamentándote por el pasado? ¿O vas a confrontar el dolor y dejar que la herida sea sanada? La sanidad no vendrá por tratar de manera superficial al dolor, buscando un respiro o un escape. Solo será sanado si aguantas el proceso hasta llegar a la libertad. Te animo a que dejes al Espíritu Santo tratar con tus "uñas encaradas". Entonces seguirás caminando, fuerte y segura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.