martes, 30 de septiembre de 2014

AMAR Y BENDECIR

Si vivimos, nos relacionamos con las personas. Nadie se escapa de eso. Lo más difícil muchas veces es el buen relacionamiento con los demás. Hay tanta riqueza de personalidad, carácter, educación y cultura que a veces parece imposible entender a la gente.

¿Quién no ha tenido alguna vez un roce con alguien? ¿Alguien puede decir que en toda su vida nunca tuvo problemas con nadie? No lo creo. En el trabajo, en la casa, manejando por la calle y en cualquier parte nos topamos con personas que a menudo nos inspiran a hacernos preguntas difíciles – ¡y hasta a decir lo que no deberíamos!

A pesar de la dificultad que traen las relaciones, es justamente por ellas que vamos a responder ante Dios. No nos va a preguntar cuánto acumulamos en la cuenta bancaria, sino en cómo usamos lo que Él nos dio para bendecir a otros. No nos dará palmadas en la espalda en comprensión por la persecución que sufrimos. Evaluará si, aún en medio de ella, amamos a nuestros enemigos. No nos felicitará por juzgar o criticar a otros, sino por levantarlos y alentarlos siempre. Cada situación que vivimos, Él lo permite. Cada situación es una oportunidad para mejorar las relaciones y para perfeccionarnos.

¿Cómo, entonces, podemos ser hijos e hijas de Dios, ejemplares en nuestro trato con los demás? Salmos 32: 7 nos promete lo que necesitamos: Tú me dijiste: “Yo te voy a instruir; te voy a enseñar cómo debes portarte. Voy a darte buenos consejos y a cuidar siempre de ti.” Nuestro Papá nos enseña a través de Su Palabra cómo actuar. Necesitamos leerla y practicarla. 

Quizás me digas ahora, “Más fácil es decirlo que hacerlo” y tendrás toda la razón. Nunca nada de valor fue fácil de conseguir. Implica trabajo y sacrificio. Implica morir.

Dios nos exhorta a morir. Juan 12:24 nos explica el por qué: “Ustedes saben que el grano de trigo no produce nada, a menos que caiga en la tierra y muera. Y si muere, da una cosecha abundante.No podemos ver fruto en nuestra vida mientras siga viva nuestra voluntad. Es nuestro deseo lo que nos llevará a la pelea y la discusión. Nuestra voluntad hará que queramos imponer nuestra forma de pensar. Nuestro carácter nos impulsará a criticar y juzgar. Y todo eso matará a nuestras relaciones. Morir es dejar al otro avanzar en nuestro lugar. Es estar dispuesto a hacer menguar nuestros anhelos y pensamientos para los del otro. Es pedir perdón aún cuando no tenemos la culpa. Es buscar la paz en todo tiempo aunque seamos quién tenga que pagar el precio por ello.

Suena ridículo para la lógica humana. Según los preceptos del mundo, el éxito es acumular y ganar, sin importar el costo. Dios nos enseña que el verdadero tesoro se consigue con un alto precio: el yo.

Muchas personas me han criticado en la vida. He sido perseguida y desechada, abandonada y maldecida; pero en el Señor todo ha sido resuelto porque morí y Él vive en mí. Al morir he podido hacer lo que parece ser lo más difícil de todo: amar y bendecir. Te animo hoy a que entregues a Dios las relaciones que te cuestan. No intentes cambiar a las personas, ni los juzgues. Guarda tus palabras, y ámalos. Deja que Dios haga Su obra en ellos y tú guarda tu corazón. Que en el día de mañana Dios apruebe tu actitud y que ellos le hayan visto a Él en ti.


“Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre.” Romanos 12:9

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