Creo que muchas mujeres tenemos el mismo problema. Hacemos demasiado. Ha de
ser parte del ser femenino. Aunque entendamos con la mente, la realidad es
otra. Está comprobado que nosotras somos diferentes que ellos. Podemos hacer
varias y hasta muchas cosas a la vez. Nuestra mente, aunque no tan lógica como
la de ellos, es capaz de ocuparse de varios temas de manera simultánea.
Esto es una fortaleza ¡y un peligro! Al final, cada mujer cumple diversidad
de roles. Somos amiga, hija, madre, mamá, jefa, sierva, estudiante (siempre estamos
aprendiendo), profesora (siempre estamos enseñando) y tantos más. ¿Acaso es
posible para una mujer vivir sin ocuparse de muchas cosas a la vez? No es de extrañar que lleguemos al final del
día completamente agotadas.
Personalmente encuentro gran placer en el hacer. Soy feliz moviéndome y
cuando veo los logros alcanzados, soy feliz. Sin embargo, mi Padre tuvo que tratar
duramente con mi corazón acerca de esto. Llegué al punto en mi vida en el cual
estaba tan ocupada que me desgastaba pero nunca estaba satisfecha. No sabía que
estaba mal. No entendía que estaba en error.
En un momento de intimidad con el Señor Él me confrontó haciéndome esta
pregunta: “¿Por qué tratas de ganar mi amor, si ya es completamente tuyo?”
Cuando Él me habló pude ver mi realidad. Comprendí que en mi afán por hacer
bien todo yo realmente estaba buscando Su aprobación. ¡Estaba matándome
queriendo conseguir algo que ya tenía! El Señor me ha enseñado varias cosas acerca
de esto que quiero compartir hoy contigo.
1.
¿Cuál es la
medida del éxito?
Eres exitosa si le obedeces a Él. Todo lo demás es desesperación por lograr cuando Él no
necesita que logres nada. Ya eres más que vencedor.
2.
¿Cómo sé si estoy
perdiendo el equilibrio entre tantas actividades?
Cuando vives agotada, cuando
pierdes el autodominio con facilidad, cuando no tienes tiempo para lo que
realmente importa (tiempo con Dios y con tu familia) estás desequilibrada y
debes poner orden.
3.
¿Esto significa
que no podré ser activa?
No. Dios no nos pide ser pasivas, solo no necesita que
salves al mundo. Ese es Su trabajo. Nos manda ser esforzadas y valientes, no
perezosas y conformistas. Lo que pasa es que quitamos los ojos de Él para
volcarnos en nuestras fuerzas a lo que hacemos; y terminamos sirviendo a la
obra en vez de al Dios de la Obra.
4.
¿Cómo puedo
resolver esto? La solución no es tan difícil, pero tendrás que tomar algunas
decisiones:
Busca siempre al Señor – Él es el número 1, en
tiempo, espacio y recursos. Pon todo de lado un rato y llénate de Él. Háblale. Llora.
Contale lo que sientes, piensas y anhelas. Escúchale. Esto es tener un Padre. Luego
de haber hecho esto, verás de forma diferente las cosas.
Conozca tu
propósito y dedícate a eso. Lo descubrirás en la presencia de Dios. Al final ¡es
Él quién lo escribió! Cuando Él te vaya revelando qué quiere de ti, podrás
enfocarte en lo principal y dejar las cosas que te distraen. No intentes
hacerlo todo. No es necesario.
Acéptate, aún
con tus fallas. Nadie te puede pedir la perfección. Ni Dios lo hace.
Ríete de tus
errores y gózate en la verdad que todo te ayuda a bien – aún los fracasos.
El Señor te ama. Nada cambiará eso. Puedes respirar profundo. Puedes decir “No”
cuando te piden hacer algo. Puedes poner límites a tus actividades para
dedicarte a vivir.
Señor Amado
Gracias te
doy por amarme así. Gracias por aceptarme como soy. Te pido perdón por haberme afanado
con cosas que solamente me han distraído de Ti y por haberme gastado en
actividades. Te pido fortaleza y sabiduría. Ayúdame a saber escoger lo que Tú
quieres para mí; y enséñame Tu voluntad. Yo obedeceré. Decido acercarme cada
día a Tu presencia, llenarme de Ti y vivir cera de Ti en todo tiempo.
Amén
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