Fin de año. Mucho trabajo. Exigencias y nervios. Demasiado estrés. ¿Suena
conocido? Quizás estés en esas condiciones ahora mismo. Tienes que cumplir con
el trabajo, la casa, la familia, el ministerio, la iglesia y encima y cómo si
fuera poco, tener todo listo para los días de fiesta.
Sin embargo, seamos sinceras. El estrés en esta época aumenta, pero durante
todo el año luchamos con ello. Hay momentos en los cuales sentimos que hemos
llegado al final de nuestras fuerzas; y de alguna manera encontramos la forma
de seguir. Me pregunto si soy la única que ha pasado por esto.
Dios da una instrucción clara en Filipenses 4:4: Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: !Regocijaos! La NTV es más clara aún: Estén siempre llenos de alegría en el Señor. Lo repito, ¡alégrense!
“¡Uf!” te escucho decir. “Es más fácil decirlo que lograrlo”.
Entre tantas actividades y mientras corro de una reunión a una despedida y luego a una graduación, me
pregunto: ¿Qué es regocijarse? Y ¿cómo lo hago?
El diccionario define al regocijo como gozo o alegría muy intensa, una satisfacción o complacencia que se hace
visible. Un sinónimo de regocijo es
júbilo.
Necesitamos entender que la felicidad y el gozo
son dos cosas distintas. La primera es fruto de las cosas buenas de la vida; la
segunda no depende de las circunstancias o de nuestro estado. La felicidad es
superflua; el gozo perdura aun habiendo perdido todo porque su fuente es
Cristo. La felicidad fluctúa. El gozo es firme y es visible. Otros lo podrán
percibir.
Cuando Pablo escribió ese versículo él se encontraba en una celda. Desde ahí
él enseña acerca del gozo y no insta a regocijarnos siempre. No se quejó, ni cuestionó los motivos del por qué él
estaba ahí. Estaba lleno de gozo porque Cristo era el centro de su vida. A la
luz de esto, el estrés de fin de año parece juego de niños.
Necesitamos ese gozo. Necesitamos examinar nuestra vida para ver cuál es el
centro de ella. ¿Las compras? ¿Los compromisos? ¿La gente? Si es así, con razón
que andamos tensas. Juan el Bautista nos dio la clave: “Es necesario que él
crezca, pero que yo mengüe.” Juan 3:30 Mientras más llenas estemos de Él
y más vacías de nosotras mismas, más llenas de gozo estaremos. En la presencia
de Dios hay plenitud de gozo. (Salmos 16:11)
El Señor te ama tanto.
No quiere que te afanes sino que disfrutes. Te ha dado tanto pero nada de lo
que tengas te podrá llenar. Sólo Él puede hacer eso. Quiero alentarte con estas
palabras de Salmos:
Me condujo a un lugar
seguro;
me rescató porque en
mí se deleita.
(Salmos 18:19 NTV)
Él se deleita en ti. No
es necesario ganarle o probar que eres digna de Su amor. Simplemente recibe y disfrútalo.
Deja hoy que esa verdad quite toda presión de tu corazón y regocíjate. Otra vez
digo: ¡Regocíjate!
Padre
Decido poner otras cosas de lado para dedicarme más a Ti. mengúo yo para que Tú crezcas. Perdóname por haberme afanado con tantas cosas, pero corrijo ahora mi actitud. Eres Tú el centro de mi vida y Tu presencia me llena de gozo. !Gracias!
Amén