Los
demás pueden ver tu vida y creer que todo ha sido fácil, que todo está
resuelto; mientras solo tú sabes cuánto has tenido que sacrificar para llegar
hasta dónde estás. No hay ganancia sin paga y no hay victoria sin batalla.
¿Qué
precio has pagado por estar donde hoy estas? ¿Qué has tenido que dejar por el
camino para poder llegar a la meta? Como corredores, tenemos que ir despejándonos
de cosas que nos impiden correr con diligencia la carrera. Esto es parte del
proceso que vivimos con el Señor. Él nos muestra fielmente a medida que avanzamos
qué debemos soltar, qué debe ser transformado y qué debe ser fortalecido para
ser cada día más como Él.
Efesios 4:22 dice:
“que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo
hombre, que se corrompe según los deseos engañosos,”. Quien éramos antes
de conocer a Cristo no nos conviene. Dios quiere restaurarnos a Su diseño
original y solo podrá suceder cuando permitimos que Él con plena libertad obre
en nuestra mente, alma y espíritu. Ser
como Cristo es un desafío. El escudriñar la Palabra nos posibilita mirarle a Él
y eso hace que seamos confrontadas por cómo somos nosotras. Entonces el
Espíritu Santo nos muestra cuál es la decisión correcta. “Esto debes dejar”, “Ya
no quiero que hagas así” o “Debes tomar una decisión”. Él sabe exactamente qué
decirnos. Nosotras sabemos qué decidir. Al final, la decisión es nuestra.
Apocalipsis 3:20
aclara: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.” Este versículo tan conocido no va dirigido a
los que no le conocen, como muchos creen, sino a la misma iglesia. Nosotras le
abrimos la puerta para que Él entre a nuestra vida. Entonces cenamos con Él –
pasamos tiempo agradable, tiempo de intimidad con Él. Dios quiere mucho más con
Sus hijos. ¿Quieres tú más de Él?
¡Cuán maravilloso
es Dios! Tiene el deseo de darnos todo lo bueno. Quiere bendecirnos. Espera pacientemente
a que le abramos la puerta para entrar a estar con nosotras. Estando con Él,
nuestro corazón desea todo lo que Él tiene y soltamos aquello que no conviene. Al
final, no se puede considerar un sacrifico. Es un deleite.