martes, 7 de octubre de 2014

CENARÉ CON ÉL

Los demás pueden ver tu vida y creer que todo ha sido fácil, que todo está resuelto; mientras solo tú sabes cuánto has tenido que sacrificar para llegar hasta dónde estás. No hay ganancia sin paga y no hay victoria sin batalla.

¿Qué precio has pagado por estar donde hoy estas? ¿Qué has tenido que dejar por el camino para poder llegar a la meta? Como corredores, tenemos que ir despejándonos de cosas que nos impiden correr con diligencia la carrera. Esto es parte del proceso que vivimos con el Señor. Él nos muestra fielmente a medida que avanzamos qué debemos soltar, qué debe ser transformado y qué debe ser fortalecido para ser cada día más como Él.

Efesios 4:22 dice: “que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos,”. Quien éramos antes de conocer a Cristo no nos conviene. Dios quiere restaurarnos a Su diseño original y solo podrá suceder cuando permitimos que Él con plena libertad obre en nuestra mente, alma y espíritu. Ser como Cristo es un desafío. El escudriñar la Palabra nos posibilita mirarle a Él y eso hace que seamos confrontadas por cómo somos nosotras. Entonces el Espíritu Santo nos muestra cuál es la decisión correcta. “Esto debes dejar”, “Ya no quiero que hagas así” o “Debes tomar una decisión”. Él sabe exactamente qué decirnos. Nosotras sabemos qué decidir. Al final, la decisión es nuestra.

Apocalipsis 3:20 aclara: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.”  Este versículo tan conocido no va dirigido a los que no le conocen, como muchos creen, sino a la misma iglesia. Nosotras le abrimos la puerta para que Él entre a nuestra vida. Entonces cenamos con Él – pasamos tiempo agradable, tiempo de intimidad con Él. Dios quiere mucho más con Sus hijos. ¿Quieres tú más de Él?


¡Cuán maravilloso es Dios! Tiene el deseo de darnos todo lo bueno. Quiere bendecirnos. Espera pacientemente a que le abramos la puerta para entrar a estar con nosotras. Estando con Él, nuestro corazón desea todo lo que Él tiene y soltamos aquello que no conviene. Al final, no se puede considerar un sacrifico. Es un deleite. 

jueves, 2 de octubre de 2014

HABLANDO CON LÁGRIMAS

Por diferentes motivos lloramos. A veces por alegría y a veces por tristeza, otras por enojo o frustración. En momentos de mucha dificultad, yo me había preguntado si Dios veía mis lágrimas. Me sentía sola y hasta convencida que nadie me entendía.
Alguien quien pasó algo similar fue el rey Ezequías. Este hombre había tenido una gran victoria cuando el pueblo de Asiria había venido en contra de Israel. Fue triunfador porque se rindió por completo al Señor. Sin embargo, poco después  se encontró ante una situación personal que le afligió en gran manera.
Estando enfermo recibió la vista del profeta Isaías. “El profeta Isaías hijo de Amoz fue a verlo y le dijo: «Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir; no te recuperarás.” »” ¿Cómo se ha de sentir uno al recibir semejante noticia? Esta no era la época del ultrasonido o las pruebas de laboratorio. El aviso no lo recibía de un médico de bata blanca, sino de Dios mismo.
“Ezequías volvió el rostro hacia la pared y le rogó al Señor: «Recuerda, Señor, que yo me he conducido delante de ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada.» Y Ezequías lloró amargamente.” Él expresó a Dios quién era, pero me da la impresión que esas palabras eran más bien para él mismo. Dios sabía perfectamente quién era él, al igual que nos conoce a ti y a mí aún mejor que nosotros mismos. Sin embargo, algo fluyó del corazón de Ezequías que luego no encontró más que lágrimas para expresarse.” Y Ezequías lloró amargamente.” El rey no expresó en palabras el anhelo de su corazón. No le dijo, “Señor, no quiero morir.” Simplemente lloró.
Un estudio reciente es muy interesante. Descubrieron que las lágrimas tienen una constitución diferente de acuerdo con la situación en la cual fueron producidas. Rose-Lynn Fisher estudió más de 100 tipos de lágrimas diferentes y descubrió que las lágrimas de risa no se parecen para nada a las lágrimas de dolor. Las lágrimas basáles ( aquellas que fabrica nuestro cuerpo para lubricar el ojo) son drásticamente diferentes a las lágrimas que producimos cuando cortamos cebolla.

Aunque Ezequías no expresó en palabras lo que había en su corazón, derramó sus lágrimas y Dios respondió: “Entonces la palabra del Señor vino a Isaías: «Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años más de vida. Y a ti y a esta ciudad los libraré de caer en manos del rey de Asiria. Yo defenderé esta ciudad.” ¡Dios supo lo que había en su corazón! Y tomó decisiones acordes por amor a él.
Al igual que yo, ¿alguna vez te preguntaste si Dios comprende tus lágrimas? Hoy comprendo que sí. Nada le es escondido – ni lo más profundo de tu ser. Cuando derramas lágrimas, él está escuchando tu corazón. Él responderá como el Padre y Amado que es.

Porque su ira es sólo por un momento,
pero su favor es por toda una vida;
el llanto puede durar toda la noche,
pero a la mañana vendrá el grito de alegría.

Salmos 30:5